sábado, 30 de octubre de 2010

Dios y la Patria

Una vez más el calendario toca a la puerta del mes de noviembre; el de la Patria, como le llamamos.  Su ciclo de 30 días lo inaugura la solemnidad de Todos los Santos, luego el día de los Fieles Difuntos, y en la tercera jornada la Separación de Colombia.  Es un triduo cuyo significado poca reflexión parece merecer, por parte de quienes nos llamamos “panameños.”

El pueblo panameño, cristiano y católico, se ha dejado arrastrar, en buena parte ya, por la corriente del jolgorio y la fiesta vana, olvidándose de su esencia.  Hace mucho, el 1 de noviembre era, también, el Día del Himno Nacional, y, hasta hace poco, el Día del Niño.  Ya ni lo uno ni lo otro se festeja.  Nos han hecho un “sanguche” entre la Noche de Brujas o Halloween, y la celebración de las fiestas patrias viajando a San Andrés, Orlando, o sepa Dios qué otro lugar.  ¿Cómo celebrar fiestas patrias fuera de la Patria?  Si es por fuerza mayor, se comprende.  Pero, por mero placer, ¡jamás!

Como pueblo católico, mayoritariamente aún, tenemos que recuperar el sentido de las dos solemnidades precedentes a las fiestas patrias: Todos los Santos y los Fieles Difuntos.  Recordando a Todos los Santos, profesamos nuestra fe de creer en la Comunión de los Santos, que están delante de Dios y los que, por Cristo y las promesas del Padre, esperamos formar parte, algún día, de ella.  Haciendo memoria de los que nos han antecedido en la vida terrena, también nos unimos y nos mostramos agradecidos por sus esfuerzos en formar una familia, forjar la patria con su trabajo y su talento, construir la sociedad que hoy disfrutamos, y por legarnos los ideales, valores y principios sobre los cuales se sustenta nuestra nación.

La patria se sustenta, pues, en la fe de nuestros mayores en Dios y en su compromiso patriótico.  Ella no es un accidente o un hecho cualquiera; la patria somos nosotros mismos, en el tiempo y en la historia.   Y Cristo, primicia de nuestra fe, es Señor del tiempo, de la historia y de la eternidad.  Dios y la Patria son nuestro ser individual y colectivo, porque sin ellos somos nada.  Sin fe y sin Dios, estamos muertos; sin Patria, seríamos apátridas y andaríamos errantes buscando en una nación ajena, aquello que nos hace realmente pueblo.

Dios quiso que su hijo naciera en una familia y en un pueblo, porque el hombre no puede prescindir de ninguna de esas tres cosas.  Dios, familia y nación son, por tanto, lo que le da sentido al hombre para construir y hallar su razón de ser.  Así como Cristo tiene una conexión con sus antepasados, igual nosotros.  Así como Él nació en el seno de una familia, igual nosotros.  Así como el Salvador pertenece a un pueblo, también nosotros. 

Que a partir de ahora, cuando pensemos en noviembre como el Mes de la Patria, meditemos en su pleno significado, porque el primer paso de su primera jornada lo damos hacia la asamblea de los santos que alaban a Dios, el segundo hacia los ancestros, y el tercero hacia la nación que encierra al pueblo; pueblo de Dios y pueblo panameño.

Nota: Sanguche es un panameñismo, deformación del inglés sandwich (emparedado).

jueves, 7 de octubre de 2010

Condena absurda



 La inhabilitación de funciones para el ejercicio por un año del periodismo a los colegas Sabrina Bacal y Justino González, por parte de un Tribunal Superior, es un acto absurdo.  Aunque los fallos de esa instancia son inapelables y de forzoso cumplimiento, sólo en el fundamento de la justicia y el derecho encuentran la legitimidad de este principio.

Sabido es que por delitos mayores, y algunos probados, los acusados gozan de penas más benignas de las que merecen, u obtienen su libertad a causa de algún defecto de forma y no de fondo.  En el caso de los periodistas, la duda de que el delito está realmente probado es grande.  Lo actuado por los jueces, que echaron por tierra la decisión de primera instancia, en la que se señalaba la falta de prueba del delito imputado a los periodistas, deja un sabor de persecución contra el periodismo y de grave lesión contra el derecho a la información.

Tras comunicarse la decisión del tribunal, el gremio periodístico acudió a las escalinatas de la Corte, para manifestar su repudio.  Bajo un fuerte aguacero, periodistas de distintos medios de comunicación nos manifestamos.  Momentos después, una turba afecta al poder de turno, se presentó para hacer el contrapeso.  Venían con megáfonos, pancartas de tela elaboradas con mucha anticipación, letreros y arengadores conocidos por su simpatía con el sector oficialista.  Allí estaban, en abierta provocación; táctica que ya se ha empleado antes, y que un día, Dios no lo quiera, acabará enfrentando a las partes.

A pesar del indulto anunciado por el presidente, porque, supuestamente, no está de acuerdo con lo ocurrido, los provocadores se presentaron a hostigar a los periodistas que nos manifestábamos a la entrada del Palacio de Justicia.  Si fue un acto de provocación sin el consentimiento presidencial, que se busque al responsable y se le reprenda, porque allí había personas que fueron reconocidas, por algunos de los presentes, como supuestos funcionarios y que debían estar, a esa hora, en su puesto de trabajo.

La inhabilitación para ejercer el periodismo, a juicio de uno de los magistrados que salvo su voto, resulta un tanto excesivo y desproporcionado.  Es uno de tres, pero demuestra que no todo está perdido en la Corte.  Así como en la época de la dictadura se levantó la voz de un magistrado, contra el resto de los 9 jueces que conformaban el pleno, también, ahora, se levantan voces que dejan al descubierto las falencias de un sistema de justicia que debe ser el garante del derecho y las libertades públicas.

El gremio periodístico debe unirse más, ante los ataques que estamos sufriendo y las amenazas que se ciernen sobre la libertad de información y de expresión.  No estoy de acuerdo con el abuso en el ejercicio del periodismo, pero tampoco callo ante lo que me parece injusto.  Por eso apoyé con mi presencia a mis colegas, porque en la solidaridad gremial está el éxito o el fracaso de esta lucha que comienza.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Festival de la Mejorana en Guararé

Cada año se dan cita en Guararé cientos de delegaciones de todo el país, para participar en el Festival de la Mejorana, cuyo propósito es preservar el folclor y las tradiciones de la cultura nacional. Durante una semana se respira el aire costumbrista de las diferentes manifestaciones culturales del país.

Es un gran esfuerzo que lleva adelante el patronato del festival, conformado por hombres y mujeres que aportan su cuota generacional para que no muera la “tradición”. La magnitud del festival reclama mayor ayuda económica de la que recibe. Son muchos los gastos y mayor el número de las delegaciones cada año. Es el encuentro folclórico más grande del país, por su duración y tamaño, que bien merece el apoyo oficial por los fines y objetivos que persigue. Si la mitad de los millones que se le da al Carnaval se le traspasará al Festival de la Mejorana, cuántas cosas maravillosas podrían hacerse.

Ahora que tenemos un gobierno maniflojo para ciertas cosas, como la compra de los corredores Norte y Sur, la indemnización por los buses chatarra y la multimillonaria torre financiera de 70 pisos en la Avenida Balboa, a lo mejor le crea un fideicomiso al Festival, para su manutención y progreso. Si hay millones para multimillonarias constructoras extranjeras, pago por buses destartalados y el monumento al ego político de la tuza financiera, ¿por qué no haberlos para preservar el folclor nacional, a través de una actividad donde no se persigue el lucro sino la vigencia de las tradiciones nacionales?

Ver a niños y viejos interpretando la mejorana, el tambor y el violín o el acordeón; ver los diablicos sucios y limpios, los diablos espejos y cucuá; ver los congos, el zaracundé, los manitos, las polleras y el montuno; ver el mar de sombreros “pintaos” y las camisillas, las yuntas de bueyes tirando de las carretas, y escuchar la saloma, las décimas, la cumbia, el punto, el tamborito, un atravesado y un pasillo, enorgullece y llega hasta los tuétanos.

Pero el Festival de la Mejorana va mucho más allá de la actividad folclórica; su eje es la fiesta de la Virgen de Las Mercedes, Patrona de Guararé, en cuyo honor se creó el festival. Es esa doble tradición, religión y folclor, lo que hace de la Solemnidad de Las Mercedes y del Festival de la Mejorana, una celebración única. Religiosidad y fiesta popular se entremezclan, aunque no siempre armonizan debido a los excesos mundanos que algunos intentan introducir en pos del lucro que deja la incitación al vicio; pero cuando la frontera entre una y otra se respeta, la convivencia es llevadera.

Hasta el momento Guararé y su festival han sobrevivido a los intentos de una pretendida modernización obnubilada por las pingües ganancias que podría producir tal “modernismo” y que no deja ver, a sus promotores, la magnitud de la riqueza cultural que encierra las tradiciones y el folclor que el pueblo guarareño defiende con fuerza y valentía.

La Mejorana es para siempre, mientras haya vida y pundonor en un pueblo que se caracteriza por su acendrado regionalismo y tradición. Que la Virgen de Las Mercedes, Patrona de Guararé, interceda para que continúe esta manifestación popular que reúne a todas las expresiones folclóricas de Panamá.

Festival de la Mejorana en Guararé

Cada año se dan cita en Guararé cientos de delegaciones de todo el país, para participar en el Festival de la Mejorana, cuyo propósito es preservar el folclor y las tradiciones de la cultura nacional. Durante una semana se respira el aire costumbrista de las diferentes manifestaciones culturales del país.

Es un gran esfuerzo que lleva adelante el patronato del festival, conformado por hombres y mujeres que aportan su cuota generacional para que no muera la “tradición”. La magnitud del festival reclama mayor ayuda económica de la que recibe. Son muchos los gastos y mayor el número de las delegaciones cada año. Es el encuentro folclórico más grande del país, por su duración y tamaño, que bien merece el apoyo oficial por los fines y objetivos que persigue. Si la mitad de los millones que se le da al Carnaval se le traspasará al Festival de la Mejorana, cuántas cosas maravillosas podrían hacerse.

Ahora que tenemos un gobierno maniflojo para ciertas cosas, como la compra de los corredores Norte y Sur, la indemnización por los buses chatarra y la multimillonaria torre financiera de 70 pisos en la Avenida Balboa, a lo mejor le crea un fideicomiso al Festival, para su manutención y progreso. Si hay millones para multimillonarias constructoras extranjeras, pago por buses destartalados y el monumento al ego político de la tuza financiera, ¿por qué no haberlos para preservar el folclor nacional, a través de una actividad donde no se persigue el lucro sino la vigencia de las tradiciones nacionales?

Ver a niños y viejos interpretando la mejorana, el tambor y el violín o el acordeón; ver los diablicos sucios y limpios, los diablos espejos y cucuá; ver los congos, el zaracundé, los manitos, las polleras y el montuno; ver el mar de sombreros “pintaos” y las camisillas, las yuntas de bueyes tirando de las carretas, y escuchar la saloma, las décimas, la cumbia, el punto, el tamborito, un atravesado y un pasillo, enorgullece y llega hasta los tuétanos.

Pero el Festival de la Mejorana va mucho más allá de la actividad folclórica; su eje es la fiesta de la Virgen de Las Mercedes, Patrona de Guararé, en cuyo honor se creó el festival. Es esa doble tradición, religión y folclor, lo que hace de la Solemnidad de Las Mercedes y del Festival de la Mejorana, una celebración única. Religiosidad y fiesta popular se entremezclan, aunque no siempre armonizan debido a los excesos mundanos que algunos intentan introducir en pos del lucro que deja la incitación al vicio; pero cuando la frontera entre una y otra se respeta, la convivencia es llevadera.

Hasta el momento Guararé y su festival han sobrevivido a los intentos de una pretendida modernización obnubilada por las pingües ganancias que podría producir tal “modernismo” y que no deja ver, a sus promotores, la magnitud de la riqueza cultural que encierra las tradiciones y el folclor que el pueblo guarareño defiende con fuerza y valentía.

La Mejorana es para siempre, mientras haya vida y pundonor en un pueblo que se caracteriza por su acendrado regionalismo y tradición. Que la Virgen de Las Mercedes, Patrona de Guararé, interceda para que continúe esta manifestación popular que reúne a todas las expresiones folclóricas de Panamá.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Embarazos precoces y educación sexual

Tarea pendiente del país este tema, que encuentra escollos diversos al momento del debate porque, en la mayoría de los casos, se toma como bandera ideológica y se utiliza para separar la sociedad entre "conservadores" y "liberales" que, en mi opinión es su principal barrera.

Con la reciente revelación de una encuesta sobre sexualidad, algunos aprovechan para culpar a los prejuicios y tabúes como causantes de los embarazos precoces y el contagio del VIH/SIDA. Sin embargo, si nos ponemos a observar la conducta de los afectados y a pensar acerca de las causas que llevaron a las víctimas a sufrir las consecuencias de sus actos,nos damos cuenta que la mayoría de las veces tales prejuicios y tabúes están ausentes en la conciencia y la personalidad de los afectados.

Por años he observado y conversado con jóvenes que han sufrido las secuelas del embarazo precoz, tanto hombres como mujeres, y con otros que han caído en las garras del abuso de las drogas y las enfermedades de transmisión sexual (ETS), incluido el SIDA. En la mayoría encuentro una constante: son personas con una base endeble de principios y valores, cuadro de rechazo y desamor entre familiares y personas del entorno cercano y hogares desintegrados. De prejuicios y tabúes, en el campo sexual, casi no percibo este elemento; mas bien lo consideran como algo normal en sus vidas y, desde su punto de vista, la práctica coital es buena y placentera.

En mi opinión, enfocarse solo en combatir prejuicios y tabúes, sin contemplar el aspecto espiritual y la mentalidad de la población, es el camino equivocado. De hecho, ninguna encuesta que conozca entra a preguntar sobre estos temas y sobre los valores y los principios morales que la sociedad tiene por buenos, por lo que no sabemos, al menos desde el punto de vista científico de esas encuestas públicas, cuál es la base y la mentalidad moral de las personas que dicen tener relaciones sexuales a temprana edad.

Algunas de las cosas que he observado de los embarazos precoces, entre las mujeres, son las siguientes: por lo general el causante es mayor que ellas en edad; los embarazos se producen entre niñas con poca instrucción escolar (primaria) y, también, entre adolescentes con más escolaridad (secundaria); los jóvenes que embarazan a las chicas tienen pobre rendimiento académico o han dejado la escuela, o practican ciertos vicios como libar licor, fumar o consumir drogas, y su porcentaje es menor que el de los adultos que preñan a las muchachas; y una variante concomitante para ambos sexos: la promiscuidad sexual.

Si no abordamos el tema con seriedad y tolerancia hacia el resto de los actores sociales que pueden contribuir a frenar el aumento del problema, poco o nada lograremos. Más que enfrentar a partidarios de la castidad y del condón, a "conservadores" y "liberales", o a los de ética y moral "medioeval" con los "modernos," debemos prestar atención a la mentalidad que prevalece entre las víctimas y a las causas que le llevan a practicar ciertos hábitos de vida riesgosos.

Cuando de embarazos precoces y educación sexual se trata, el prejuicio lo veo más entre los teóricos que entre los practicantes de la sexualidad, principalmente entre quienes rechazan la abstención, la castidad y la fidelidad como elementos importantes para prevenir los embarazos tempranos y el contagio por las ETS.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Desarrollo nacional

Mucho se habla del tema, pero pocas veces vemos planes y programas concretos que nos indiquen el camino y las metas a seguir, para enrumbar el país hacia el progreso y el bienestar social, cultural, económico y político.

Variados son los intentos que se han hecho en ese sentido, pero muy poco han prosperado, por falta de seguimiento, unas veces, y por ausencia de voluntad y sentido en la asunción de los compromisos adquiridos con visión de estado y nación. Desde las iniciativas de Bambito y Coronado, hasta los recientes diálogos por la seguridad social, la justicia y la concertación. Cada partido que asciende al gobierno impone su pauta, en detrimento de los avances y consensos logrados antes de su reinado.

Estamos empantanados en materia de participación ciudadana y en la práctica de la gobernabilidad. Aún existe la mentalidad que el poder se alcanzó para gobernar como le venga en gana al que está arriba en el momento. Es cierto que el vencedor de las elecciones fue escogido para dirigir el gobierno, pero en ningún momento le fue entregada una patente de corso para pasar por encima de la Constitución y las Leyes de la República.

Cada gestión de gobierno debe contar con la confianza ciudadana, que solo es posible alcanzar con una buena administración, la transparencia y la rendición de cuentas. Si practica celosamente estos principios, la crítica y los cuestionamientos serán los que normalmente se le hace a todo gobernante.

Nuestro país debe abocarse a discutir temas importantes para el desarrollo nacional, tales como: la reforma del sistema político y administrativo, la administración de justicia, el régimen municipal, la elección de las autoridades, el plan de inversiones nacionales a largo plazo, y el referéndum como instrumento de coparticipación ciudadana en la decisión de los gobiernos locales.

Urge separar la elección de las autoridades nacionales y locales, para darle mayor poder al voto ciudadano. Presidente, vicepresidente y diputados deben escogerse por separado de los alcaldes, representantes de corregimiento y concejales. Mas aún, debe eliminarse la dualidad del cargo de representante de corregimiento y concejal, para que el primero se dedique a atender las Juntas Comunales y los concejales le den toda su atención a los problemas municipales.

La construcción de grandes estructuras como hidroeléctricas, carreteras, aeropuertos, puertos y desarrollo turístico, deben ejecutarse con leyes marco sustentadas con estudios y objetivos claros y definidos, que sea obligatorio cumplir por los diferentes gobiernos que se sucedan en el país, a través de planes quinquenales, según las etapas que sean necesarias para completarlos.

El desarrollo nacional nos compete a todos y no solo a los gobernantes. Cada parte de la sociedad debe colocar la pieza que le corresponde, para alcanzar las metas propuestas, en armónica colaboración y responsabilidad por el grado de compromiso que le asista. Gobernar, en el mundo actual, significa consultar, facilitar y gestionar con criterio y claridad en el desempeño de la gestión de gobierno. Si las cosas se imponen o se hacen solo de manera sectaria, al fracaso están llamadas, y creo que mucho de eso nos pasa ahora.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Recorte presupuestario

Las noticias sobre recortes presupuestarios a las entidades del estado no son muy halagüeñas. Mientras el gobierno anuncia portentosas obras mega millonarias, las escuelas y universidades reciben drásticos recortes en sus presupuestos.

Es inconcebible que un gobernante que fundamentó su campaña condenando el gasto millonario del gobierno anterior y juró y perjuró que invertiría en salud y educación, como prioridad, ahora recorte sin asco el presupuesto de las escuelas y las universidades públicas. Sabemos que los políticos de nuestro patio prometen más de lo que cumplen, pero nunca antes había visto tal danza de millones en concreto, hierro y vidrio, en detrimento de la educación.

Sin empacho se recorta entre 30 y 50 por ciento del presupuesto educativo, Ministerio de Educación y universidades, mientras se insiste en una torre de vidrio, con forma de tuza, de más de 200 millones de dólares y en la compra de los corredores Norte y Sur, por más de mil millones de dólares. Una torre de 70 pisos innecesaria, en un tramo de la Avenida Balboa, que debe preservarse como muestra de su conjunto arquitectónico original, después de la devastación que se hizo a hierro y concreto, y un par de autopistas en estado cuestionable, por las que ya el país ha pagado cientos de millones en dinero, en tierras y en concesiones de relleno del lecho marino que han causado un grave daño a sistema ecológico costero.

Pareciera que más importante es el negocio oficial de bienes raíces, que la educación de más de medio millón de estudiantes que asisten a las escuelas y las universidades estatales. Mientras en la tuza de vidrio multimillonaria los funcionarios y los privilegiados que ocupen sus oficinas, verán el azul del mar todos los días, en un ambiente acondicionado, los alumnos de los centros de estudios básico, medio y superior, tendrán que soportar el calor, las goteras, los sanitarios dañados y los tableros viejos. Aquí, en este ambiente, la única educación liberadora será la habilidad de lanzarse a diputado o pelechar del estado como político profesional o funcionario baila la vara que está un ratito con el gobierno y otro con la oposición, saltando de partido en partido.

Si este recorte drástico se produce ahora que hay millones, cómo será cuando tengamos que pagar la deuda que nos dejará la Tuza Financiera, los corredores Norte y Sur, el nuevo Complejo del Seguro Social, la carretera costanera del Atlántico, el metro y quién sabe otra cosa que se les ocurra en el camino de locura que llevan.

lunes, 13 de septiembre de 2010

El uso del taxímetro en Panamá

La autoridad del tránsito estudia el uso obligatorio del taxímetro, para facilitarle al usuario el uso del servicio de transporte selectivo de pasajeros. Desde hace mucho se propone esta medida, pero su aplicación siempre choca contra los intereses creados de concesionarios y políticos.

El sistema actual de tarifas por zonas resulta injusto, tanto para los pasajeros como para los taxistas, porque los primeros sufren el abuso del cobro antojadizo del pasaje y los segundos ven mermados sus ingresos en las horas de mayor tráfico, al demorar más tiempo entre una carrera y otra. El taxímetro es lo más justo, para unos y otros, siempre y cuando la tarifa se establezca por tiempo de uso del servicio y no por carrera.

Con el método actual, el taxista decide para donde viaja y cuantas carreras transporta. Todo esto fuera de la ley, pero, por la necesidad del usuario, este tiene que aguantarse el abuso o de lo contrario se quedaría esperando por algún "buen samaritano" que lo lleve a su destino como manda la ley para la prestación del servicio público de transporte selectivo de pasajeros. El taxímetro acabaría con las forzadas carreras colectivas que imperan en la actualidad, porque la marcación sería por una sola carrera, dado el carácter selectivo del servicio de taxi.

La Autoridad de Tránsito debe, en virtud de su papel como reguladora del transporte público, instaurar el uso obligatorio del taxímetro, a la mayor brevedad. Es cierto que considera, también, otros temas relacionados como los sitios donde los taxis harán piquera o la afectación que su circulación tenga sobre el proyectado Metro o el metrobús, próximo a entrar en servicio, pero esto no impide que el uso del taxímetro se adopte de manera previa.

Bastante tiempo hemos pasado soportando la explotación del servicio público de transporte colectivo y selectivo de pasajeros, bajo un régimen anárquico impuesto por los concesionarios, en contra de toda justicia y toda ley. El mundo marcha hacia un uso mayor del transporte público, por lo que debe garantizarse su eficacia y su eficiencia. La práctica de negocio individual y el sostenimiento de normas que sólo favorecen a los concesionarios, en detrimento del usuario, debe cesar. Ya se han dado los pasos con relación al servicio colectivo de pasajeros, en la capital, ahora es el turno de regular a los taxis con el taxímetro. Ojalá no termine el asunto en nada o, lo que es peor, en una componenda que legitime el abuso de los taxistas hacia los usuarios.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Los derechos son para todos

La Asamblea se apresta a discutir una ley que castiga la discriminación contra los homosexuales que de ser aprobada, constituye un fuero y un privilegio para esas personas. La ley, para ser justa, debe alcanzar a todos los seres humanos, sin distinción alguna.

En el caso de los homosexuales del patio, que buscan una ley que castigue a quienes se burlan de ellos, bien pueden hacer uso de otras normas vigentes, que no los excluyen. Ellos tienen el mismo derecho que los demás, ni más ni menos. Cualquier ley atinente a la discriminación debe alcanzar, también, al resto de la población. Si ha de castigarse a alguien por discriminar a un semejante, no puede solo quedarse en la discriminación hacia la persona homosexual, debe incluir al que discrimina al viejo por ser viejo, al cojo por ser cojo, al ciego por ser ciego, o al tartamudo por ser tartamudo.

Con la clase de diputados que tenemos, que en su mayoría funcionan con base en el sectarismo partidista o su vínculo con el poder de turno, por las prebendas y las ventajas que sacan de ello, es difícil que veamos un debate amplio y razonado de una propuesta de ley como la mencionada. Si la consigna del poder es aprobarla o rechazarla, lo harán sin más. Nada de explicaciones ni discusiones ni argumentos sustentados, la línea viene de arriba y eso basta.

Conozco muchos homosexuales, hombres y mujeres, que jamás han necesitado de una ley para que sean respetados o tenidos en alta estima por el resto de la comunidad. Su recto proceder, su don de gentes, su trato respetuoso hacia las demás personas y su actitud de vida le bastan. El problema lo tienen otras personas, homosexuales o no, que acostumbran a hacer escándalo, a molestar al que está al lado con su manera de actuar y a creerse que pueden hacer lo que les venga en gana, so pretexto de una libertad y una discriminación mal entendida.

Yo estoy de acuerdo con una ley que condene la discriminación, siempre y cuando incluya a todas las personas. Si es para un grupo específico, me opongo, porque considero que es un fuero y un privilegio para un sector particular. El único derecho de no ser molestada o discriminada que debe tener la población homosexual, es el que tenemos el resto de las personas. Ni más ni menos. La igualdad es para todos, sin excepción.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Una encuesta para pensar

La reciente encuesta de la empresa Unimer revela que la mayoría de los encuestados opina que debe hacerse más inversión en educación y valores, como parte del progreso social que anhelamos. Esto contrasta con las grandes obras estructurales que anuncia el gobierno.

Desde hace años variadas voces claman por más atención en esos campos, pero son desatendidas por quienes tienen el poder de decisión. La educación, sustento del país en el campo de la ciencia y la tecnología, está descuidada en nuestro. A pesar de los cientos de millones gastados en el sistema educativo, la realidad no se compadece con la inversión que se hace. Mucho se dedica a compromisos salariales y a la manutención de un aparato ineficiente, pero poco al acondicionamiento de laboratorios, equipos didácticos, promoción de la investigación y actualización constante de los docentes y los programas de estudio o pensum académico.

Si la instrucción está endeble, ¿qué pensar de la formación en valores? Desde hace mucho se decidió que era innecesaria, que era cosa del hogar, que la escuela estaba para el conocimiento científico en vez de la formación de la conciencia. La moral, la ética y el civismo fueron convertidos en un cóctel que ni se traga ni se sabe licuar adecuadamente. Los valores, que el mundo de hoy vuelve a exigir en las empresas y las instituciones, están ausentes en las estructuras y la institucionalidad de la sociedad panameña.

Ya el pueblo empieza a despertar del letargo que una vez le impuso el canto de sirena de los políticos y otros personajes, que le inculcaron que el progreso está en las imponentes obras materiales, tales como: los puentes, las carreteras, los edificios y otras similares, en vez de enseñar que el progreso es producto de la realización de la persona humana capaz de producir esas obras, después de cultivar el conocimiento y los valores que hacen posible el buen uso y desarrollo de la ciencia, la tecnología, la organización social y la convivencia humana.

No nos llamemos a engaño, porque la encuesta antes mencionada nos pone de cara a una realidad concreta: la inversión en educación, prevención de la violencia y formación en valores debe estar por encima de las canchas deportivas, la salud sexual y reproductiva, el combate a la discriminación y la administración de justicia. Y cómo no ha de estarlo en la mente de los encuestados, si es de aquellas –educación y valores- de las que parten todas las demás. Sin personas bien educadas y formadas en valores, difícilmente tendremos respeto y justicia en una sociedad cada vez más atacada por la corrupción moral y social.

Ardua será la lucha para lograr el cambio de mentalidad entre los poderosos e influyentes del patio, pero debemos continuar con el esfuerzo hasta alcanzar la meta final: un Panamá mejor en su gente, en su cultura y en su sociedad.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Diputados nacionales

Ya empezó el rumor de una reforma constitucional para, entre otras cosas,crear la figura de los diputados nacionales y la de diputado vitalicio para los ex presidentes. La reacción del mandatario Ricardo Martinelli es decir que esas son locuras. Pregunto yo: ¿Acaso su gobierno no es de locos? Por tanto, las locuras le son propias al Excelentísimo y a sus seguidores.

Para los cuerdos, por supuesto que eso de diputados nacionales es una locura, igual que elegir a los gobernadores por el voto popular. En un país pequeño como el nuestro, elegir gobernadores por sufragio es declarar al país federalista; y gobierno federal es lo menos que quieren los políticos nuestros, porque perderían el poder que le garantiza el centralismo vigente.

En cuanto a los diputados, me parece que mejor sería que se eligieran por el voto directo e individual. Nada de cuocientes, ni medio cuocientes, ni mucho menos residuo. Una persona, un voto; un candidato, un voto. ¡Adiós al voto plancha! Si alguna locura no manicomiable quieren cometer, esta sería la mejor.

Aun el "Loco Mayor" lo niegue, bien que les ha pasado por la mente la reforma constitucional. Que crean que somos tontos, es otra cosa. Cuando el río suena es porque piedras trae. Aquí nos lanzan la cortina de humo o la cáscara de guineo, para medir la reacción del pueblo. Que se dejen de bellaquerías, porque muchos somos los que sabemos distinguir al lobo aún con disfraz de oveja.

Olvídense de los diputados nacionales, porque eso es abultar la cuota de las curules en la Asamblea. Al fin y al cabo, nacionales o circuitales, llegan a las mismas componendas y sucumben ante la influencia y la corrupción del que tiene más poder (con sus excepciones, claro). Si el asunto es evitar el juegavivo político que permite el sistema de circuitos electorales, votemos por provincia, y que el diputado sea elegido por todos los electores de la provincia respectiva. Al menos, así, nos libraremos de algunos que logran salir electos por la cuota de poder que tienen en determinado barrio, o por el detestable e inmoral "residuo".

Cuando asomen la cabeza con sus reformas, ya verán de lo que recibirán.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Encaminados hacia el centralismo

La década de 1990 nos trajo aires inspiradores de descentralización, para acercar la solución de los problemas a la población y las comunidades. Los vientos que soplan en el comienzo de la 2010 al parecer nos encaminan hacia el centralismo estatal.

Asuntos como la recolección y el tratamiento de la basura, el transporte, la inversión en los proyectos comunitarios, el turismo y el urbanismo, entre otros, son o serán de dominio de entes nacionales. La cultura centralista facilita, en una sola dependencia, la administración de los recursos, pero pone distancia entre el ciudadano común y la autoridad competente, porque la visión del organismo encargado tiende hacia lo nacional y olvida lo local. La gestión y los trámites se alejan del ciudadano común y se inclinan a la burocratización. Lo que conviene para la administración de los recursos económicos, va en proporcionalmente en detrimento de la solución de los problemas de las comunidades pequeñas o los gobiernos locales.

Para que las llamadas “autoridades” – Turismo, Aseo y otras – alcancen a llegar a la base misma de la sociedad, es menester crear oficinas de enlace en los municipios. De esta forma los proyectos saldrían desde las comunas, con una visión más local, en vez de ser tratados como proyectos nacionales. Igual será necesario capacitar a los empleados municipales que han de encargarse de la tarea de enlazar con aquellos entes, garantizándoles la estabilidad en el cargo, para evitar el vicio de despedirlos cada vez que cambia el poder de manos de un partido a otro.

Esta cuestión de la descentralización municipal no es nueva, aunque después de la Invasión de diciembre de 1989 ganó cierto impulso. Recuerdo el intento que se hizo con la creación del Instituto Para la Descentralización Municipal (IPADEM), en el cual me invitaron a participar en sus orígenes. También, proporciones guardadas, aspectos de la descentralización y otros puntos para el desarrollo de la democracia y el estado fueron planteados en la iniciativa Visión 2020, de la que también participé como parte de los representantes de la sociedad civil.

Urge poner en práctica la descentralización del estado, para poner en manos de los municipios algunas gestiones que ahora están o se traspasarán a entes nacionales. Tenemos que vencer el temor que nos salga algún alcalde inepto, porque las instituciones trascienden el efímero periodo de un funcionario alcaldicio en el poder. Si de temor se trata, pensemos, también, en que nos surja algún presidente inepto o autoritario, que podría descalabrar, desde los entes nacionales que controla, toda la administración de esos asuntos. Es mejor tener unos cuantos alcaldes ineptos, entre los casi 70 del país, que un presidente que lo acomode o desacomode todo según su talante.

Necesitamos más espacios de participación, para fortalecer el poder ciudadano, para que el ciudadano sea escuchado debidamente, y para hacer progresar el país con la ayuda y el consenso de la comunidad. El desafío está frente a nosotros, solo resta afrontarlo.

viernes, 27 de agosto de 2010

Obelisco a la ignominia

La tozudez gubernamental de erigir una torre de vidrio, a costa de la destrucción del edificio que albergó la embajada estadounidense en la Avenida Balboa, es un acto irracional, alimentado por el capricho y el ejercicio autoritario del poder.

El cúmulo de excusas para tan insensato plan, son insuficientes para convencernos. Que se necesita lugar para albergar las dependencias gubernamentales dispersas, no se discute. La pregunta es: ¿Acaso no hay otro sitio para construir el rascacielos que pretenden? Allí tienen el terreno de la Dirección Metropolitana de Aseo (Dimaud), en Carrasquilla, y los lotes adyacentes que ocupan unas instalaciones del Ministerio de Obras Públicas y del Idaan. Es un espacio más grande y céntrico, que le daría mayor valor al área y podría crear un espacio abierto alrededor de la edificación. ¿Qué quieren vista al mar y estar cerca de la Avenida Balboa? Pues, aquí está el capricho.

Si insisten en su necedad, al menos integren el edificio de la antigua embajada a la nueva construcción. Podría servir de fachada principal para la nueva construcción y de albergue, en la planta baja y el mezzanine, para un museo o centro cultural, que le hable al mundo de las relaciones de Panamá con los Estados Unidos, durante el siglo y medio que influyeron gravemente sobre nuestra vida nacional. Desde el ferrocarril transístmico hasta el Canal de Panamá, podríamos exhibir documentos, piezas y otros objetos históricos sobre el tema; eso sin contar con aquellos asuntos políticos que incidieron en la región, y que probablemente se fraguaron desde la Embajada de los Estados Unidos en Panamá.

Para mí, a no ser el capricho, no existe razón valedera para demoler el edificio en cuestión. Si se reemplaza por la obra proyectada, la torre de cristal, hierro y concreto que se planea, se constituirá en un obelisco a la ignominia, y la historia se lo recordará eternamente a sus gestores y sus descendientes.

Ignoro si hay una cabeza sensata entre los que promueven la construcción del ignominioso obelisco, pero, si la hubiera, ojalá insistiera en consensuar la posición de los conservacionistas y los destruccionistas. Si algo ha demostrado el actual gobierno, es que sus obras caprichosas las impone pese a la oposición de la comunidad. Como lo más probable es que construyan el obelisco a la ignominia, al menos que la cabeza sensata, si existe entre ellos, convenza a los necios de integrar la nueva obra al edificio ya existente, y que muchos clamamos por que no sea destruido.

Un obelisco a la ignominia, como el que se pretende, difícilmente sobrevivirá el tiempo. Como nació de la ambición financiera y del capricho político el poder, otro, algún día, lo echará a tierra por las mismas razones. Quizá hasta mude las dependencias oficiales que hoy sirven como excusa para levantarlo. Pero, si se le quiere dar más valor y darle carácter para el tiempo y la historia, entonces, conviene integrarlo al monumento arquitectónico que representa la edificación que ahora está en pie en ese lugar. La pregunta que queda es: ¿Tendrán la astucia y la inteligencia para comprender que incorporándolo al obelisco de la ignominia, preservarán parte de nuestra historia y se saldrán, al fin y al cabo, con la suya?

jueves, 22 de julio de 2010

La grandeza de Bolívar


Con ocasión de los 227 años del natalicio de Simón Bolívar me vienen a la mente algunas semblanzas de la vida del Libertador. Aristócrata de nacimiento, Bolívar conoció de pocas penurias, luego fue dictador y presidente de varias naciones. Educado en Europa, en parte, y discípulo de Andrés Bello, además de su roce con el clero, forjó un carácter recio y de fuertes convicciones cívicas.

Quisieran hoy algunos, a lo largo de nuestra América, poseer las virtudes y entereza de principios del Libertador. Sea que proclamen con sus labios la admiración por Simón Bolívar, o lloren frente a su esqueleto, a esos parece estarle negado, no por natura sino por hechura, las virtudes que adornaron a Bolívar.

Toda la fama y el poder que detentó, le hubieran permitido enriquecerse o prolongarse en el poder; sin embargo, prefirió abandonarlo todo cuando sintió que el apoyo político de su entorno le era adverso. Para trasladarse de Bogotá a Santa Marta, donde murió, vendió su vajilla de plata y algunas joyas. No se llevó con él nada que le perteneciera y su testamento es una pieza de integridad, más que el reparto de riquezas mal habidas. Por eso digo: quisieran muchos ser como él, o quisiéramos nosotros que muchos gobernantes fueran como él.

Ya muerto, sus restos regresaron a su natal Caracas, según fue su voluntad, y sepultados en la cripta de la Santísima Trinidad de Caracas, junto a los restos de sus padres, donde permanecieron hasta su traslado al Panteón Nacional caraqueño en 1876. Recientemente han sido desenterrados, por orden del actual mandatario venezolano, con el propósito de depositarlos en un mausoleo monumento.

La grandeza de Bolívar está, para mí, en sus virtudes, no en sus hazañas. Simón Bolívar le pertenece a América, por fue su sueño verla unida como una gran nación. Y aunque alguno pretenda distorsionar su pensamiento, la gloria de Bolívar trasciende el pedacito de mundo de quien lo intenta. Por más que grite y se desgañite, sus palabras se las llevará el viento y las arrojará al fondo del mar, en trepidante remolino.

¿Por qué es grande Bolívar? Porque nació rico y murió pobre. Porque tuvo en sus manos los tesoros de tres naciones y no tomó nada para sí. Porque no se aprovechó del prestigio ni de su posición política ni de su aristocracia. Porque por él hablan Carabobo, Ayacucho, Junín, Cúcuta y un centenar de campos de batalla. Podría responder Roma o Madrid, que le vieron joven y jurando libertar a su patria. Responderían, con gusto, San Martín, Sucre, Urdaneta, Nariño o Santander. Pero es grande porque no sucumbió a lisonjas y, con sus fallos humanos, siempre pensó en ganar el cielo y no la gloria mundana.

(La imagen corresponde a la Plaza Bolívar, Casco Antiguo, Panamá. Foto Luis Alberto Díaz)

viernes, 7 de mayo de 2010

Seguridad pública

El problema de inseguridad que enfrentamos reclama del gobierno y de la comunidad acciones concretas. La violencia, los asesinatos y otros crímenes, los accidentes de tránsito, son reflejo del relajamiento moral y cívico en el que hemos caído.

Cuando hablamos de la seguridad pública, equivocadamente pensamos que es algo exclusivo de la acción de la policía. En realidad la seguridad pública parte del comportamiento de la población, del respeto que siente por la ley, los reglamentos, y las normas de orden público. Luego está la competencia de diversos organismos que fiscalizan el acatamiento y el cumplimiento de la disposiciones legales. Algunos como la policía, el ministerio público, los tribunales, los bomberos, el sistema de protección civil, y las autoridades administrativas, son fundamentales para garantizar la seguridad pública.

La falta de competencia de las instituciones de seguridad pública, debido a que el sistema jurídico a mediatizan, y a que la población desconoce a fondo su papel, incide de manera grave en el resultado que vemos en la actualidad en ese campo.

Si revisamos el concepto que tenemos de la policía, por ejemplo, nos damos cuenta que para nosotros, la policía es el cuerpo uniformado. Sin embargo, el concepto de policía abarca, también, las normas que mantienen el orden en la colectividad. Por eso, los corregidores y alcaldes deben ser el primer eslabón de la cadena llamada policía, en lo que a la administración de justicia se refiere. Ellos, alcaldes y corregidores, son la autoridad más cercana a la población.

Al relajarse la acción de la policía, entendida en su conjunto, la población perdió el sentido del respeto al orden público. Se comenzó tirando basura a la calle, y no pasaba nada. Siguió el escándalo con los aparatos de música, las fiestas sin el debido permiso, y no pasaba nada. Continuó la libación de licor en la vía pública, la apertura de cantinas, bares y bodegas fuera de horario, y no pasaba nada. Después, la violación de las normas de tránsito, y ya no pasa nada. Le siguieron las riñas y los escándalos en la vía pública, y se hizo cosa normal. Vinieron los apuñalamientos, y se toleró. Se armó la población, aparecieron las amenazas a la vida, y se tomó por normal: ahora no aguantamos los balazos. Se orinan en plena calle, sin empacho, y comienza a aumentar la estadística de violaciones, porque se usa el órgano sexual como bien se viene en gana. Se entra al domicilio ajeno, y no resulta un delito grave. ¿Qué más permitiremos?

Vayamos a esas “pequeñas” cosas, y empezaremos a ver cambios en la gestión de la seguridad pública. Si se respeta el orden público, que ya lo tenemos por menos, la población podrá pensar que en lo más grave habrán consecuencias mayores. La certeza de la sanción y el castigo, en lo poco, será, también, certeza de lo punible en lo mucho.

Una población con moral y valores cívicos pobres, está impedida de coadyuvar en la represión del crimen y del delito. Si las propias personas consideran “normal” la bulla del vecino, la borrachera del que vive al lado, la micción en plena vía, tirar basura a la calle, o la riña entre parientes y amigos, nada cambiará. Rechazar estas actitudes no significa atraso o conservadurismo, ni apadrinarlas significa tener una mentalidad liberal o ser progresista. Permitirlo y tolerarlo, peor aún, aceptarlo, es sinvergüenzura y degradación moral. No hay otra manera de llamarlo.

Si queremos un verdadero cambio, y no como el que nos prometen cada 5 años, tenemos que cambiar nosotros mismos, en nuestra persona y en nuestro entorno cercano. Ese cambio debe reflejarse en la familia, el vecindario, el trabajo, y en cualquier comunidad social que nos desenvolvamos. Una sola persona que cambie, motivará a otra a cambiar, y, con el tiempo, veremos los resultados. El daño social que se le ha infligido a la sociedad panameña en los últimos 35 años es grave, pero no imposible de reparar. Recuperemos la convivencia sana y pacífica, el civismo, y el respeto por el orden público, y recuperaremos la paz ciudadana y la seguridad pública.

martes, 27 de abril de 2010

Millones que vienen y van

Las informaciones gubernamentales de las últimas semanas dan cuenta de planes millonarios para la realización de proyectos y obras en los años próximos. La pregunta que me hago es: ¿Tendremos tanto dinero?

Aeropuertos, barrios renovados, carreteras, puentes sobre el Canal, metro, autobuses, ciudad gubernamental, torres de hasta 70 pisos para oficinas estatales, se cuentan entre lo anunciado. Todas, de realizarse, serían de beneficio para el país, por lo que mi aprehensión no está en su utilidad o falta de necesidad, sino en lo costosas que resultan para realizarse durante los 4 años que le quedan al actual gobierno.

El presupuesto de inversión del estado ronda los dos mil millones, en los últimos años. De mantenerse esa cifra, estaríamos hablando de unos ocho mil millones en los 4 años venideros. Si sólo se realizaran las espectaculares obras anunciadas, quizá alcanzaría la plata; pero si ese cálculo presupuestario se comparte con otras obligaciones que tiene el estado en salud, educación, obras públicas, y otros, probablemente nos lleve a un endeudamiento mayor, o al aumento de la carga tributaria.

Panamá es un país con gran cantidad de recursos, entre ellos el dinero, que lo coloca como uno de los más ricos de la región centroamericana. Probablemente, es también el que tiene el mayor presupuesto gubernamental del área. Si sabemos manejar racionalmente nuestros recursos, podríamos revertir, en corto plazo, los índices de pobreza que mostramos. Fijar prioridades en cuanto a las inversiones; programar obras consensuadas con los diferentes sectores, para que sean realizadas más allá de un periodo presidencial; y acordar con la sociedad política y la sociedad civil un plan de desarrollo nacional que sea respetado por las distintas administraciones gubernamentales, sería de gran provecho para la nación.

Oír de tantos millones que vienen y van atemoriza, porque no sabemos, a ciencia cierta, cuánta plata hay en las arcas nacionales, o si nuestra deuda aumentará tanto que sobrevendrán años de austeridad y crisis económica, provocadas por la danza incontrolada de millones que se gastarían en obras y proyectos portentosos.

Quienes crecimos bajo la dictadura militar recordamos, muy bien, los constantes anuncios de millonarios proyectos: unos realizados, otros no. Sabemos lo que nos costo en endeudamiento. Ya no existe dictadura, pero vuelve el anuncio de la gastadera de millones y millones. ¿Cuál es el mensaje real que quieren darnos? Estemos alerta, porque hablar de tantos millones nos mareará, y mareados estaremos indefensos.

miércoles, 31 de marzo de 2010

¿Dónde está tu corazón?

Una de las enseñanzas de Jesús nos dice que donde esté nuestro tesoro, allí estará nuestro corazón. Aquello a lo que damos más valor, es nuestro tesoro, que puede ser el afecto, algún anhelo o recuerdo, o algún bien.

Muchas veces no le damos importancia a este hecho, porque consideramos que no hacemos nada malo. Dios, efectivamente, nos colma de bienes, pero están subordinados al amor a Dios y, aún, a nosotros mismos. Ningún tesoro está por encima de Dios, ni debe estar por encima de nosotros mismos. Anteponer esos “tesoros” a Dios y a nosotros, sólo nos traerá esclavitud y pesares.

La muestra en estos días es la celebración pascual, que es la mayor fiesta del cristiano. Acudimos el Jueves Santo a recorrer los 7 templos, a la liturgia del Lavatorio de los Pies, a la Adoración del Santísimo. Lo mismo hacemos el Viernes Santo: el Rito de la Cruz, el ayuno, la abstinencia, la procesión. A la Vigilia, ya son menos los concurrentes. Que si es de noche, que el peligro de andar por la calle, que el cansancio de los dos días anteriores, y otras excusas. Ya se apaga el fuego de la devoción. Y el Domingo de Pascua, otro tanto. La playa, la diversión, la vuelta a la normalidad, después de varios días de sequía y aflicción.

¿Por qué el desinterés? Buscar causas sería algo de nunca acabar. Quizá, y sólo quizá, no hacemos lo suficiente para que la Pascua se sienta como una fiesta. El ambiente festivo se siente poco entre los cristianos, porque proyectamos una imagen de una misa más. ¿Dónde están las invitaciones? ¿Dónde esa sensación de fiesta en el templo y sus alrededores? ¿Dónde ese algo de más, que diferencie el Domingo de Resurrección de los domingos ordinarios del año? Si no ven que estamos de fiesta, los demás difícilmente lo percibirán.

Cada uno de los cristianos tenemos el deber de transmitir esa imagen de celebración, de regocijo. Algún signo en nuestros hogares, que le diga al resto de las personas que Cristo resucitó. Una imagen, un letrero, vestirse elegante, invitar a comer a los amigos, a la familia. Organizar un ágape con los vecinos, o entregarle alguna hojita con una lectura breve sobre la fiesta que celebramos. Cosas sencillas, pero que den testimonio que estamos alegres en el Señor.

De nosotros depende que se sienta que celebramos. Así como el vecindario se entera cuando hacemos una fiesta en casa, o si vamos a salir a alguna celebración de bodas o 15 años, de igual forma, proporciones guardadas, debe enterarse que celebramos la Resurrección del Señor, sin escándalo, pero con signos visibles. Empecemos a hacerlo este año, y el esfuerzo rendirá sus frutos.

martes, 16 de marzo de 2010

Reforma tributaria contra el pobre

La reforma tributaria que nos anuncian desde hace meses es, en cierta medida, un duro golpe al pobre y al asalariado. Por un lado se exonera, y por el otro se aprieta y se desangra el bolsillo.

Es digno reconocer el esfuerzo del gobierno por dotar de útiles y libros a los escolares, de exonerar o reducir el pago del impuesto sobre la renta a un gran número de asalariados, y de darle un paliativo económico a la población mayor de 70 años. Este reconocimiento, sin embargo, no es motivo para callarnos o dejar de ser críticos frente a otros hechos o decisiones de los gobernantes. Lo que se le da al pueblo, para su bienestar, es un deber del que gobierna, no un favor o una dádiva. En esto que estemos claros.

Aumentar el impuesto de transferencia de bienes muebles y servicios, o impuesto al consumo, o ITBMS como se conoce comúnmente, representa un golpe fuerte a la población pobre y a aquella que depende sólo del salario para mantenerse. Hay otras cosas que pueden gravarse, y otras más que pueden hacerse para disponer de más recursos fiscales. Encontrar cuáles es función de las autoridades, que para eso fueron elegidas y llegaron al poder con esas promesas. ¡Qué cumplan!

Desde el punta de vista de la propaganda, nos quieren convencer, de manera engañosa, de la bondad de algunas medidas tributarias. Un ejemplo es el salto del 5 al 7 por ciento del ITBMS. Nos dicen que sólo es un aumento del 2% y que eso representará 2 ó 3 balboas mensuales para la gente de escasos recursos. ¡Mentira! La realidad es otra: por cada balboa de impuesto que pagamos ahora, pagaremos 1.40 balboas con el nuevo impuesto. El aumento, por tanto, es de 2 puntos porcentuales, pero del 40% efectivo en el pago del impuesto. Allí está el duro golpe a nuestros bolsillos.

Si no lo cree, véalo así: 5% de un balboa es 0.05 centésimos; 7% del mismo balboa es 0.07 centésimos. Con la actual tasa del 5 por ciento, cuando usted gasta 20 balboas en artículos o servicios gravados con el impuesto, paga 1 balboa de ITBMS. Si tenemos que pagar 7% por la misma compra de 20 balboas, pagaremos 1.40 balboas. Si gastamos 200 balboas mensuales en productos y servicios gravados, pagaríamos 14 balboas. No 2 ó 3 balboas como nos dicen. El monto de lo pagado se incrementará a medida que más necesidad haya de gastar, especialmente para la clase media asalariada, que tiene salarios entre 1,000 y 2,500 balboas, y a quien la reforma tributaria golpeará más fuerte.

Otro ejemplo es el impuesto que tendrían que pagar los carros de más bajo precio. Aquellos que usa el pueblo. Le exoneran del impuesto de introducción, y proponen gravarlos con 18% más 7% al momento de la venta, lo que será trasladado al comprador. En términos reales, pagaríamos más dinero en impuesto por los autos.

No tengo nada político en contra de este gobierno. No me subí ni al carro de los locos, ni al de los cholos, ni al del que en paz descanse. Por ninguno voté, y a ninguno le debo apoyo como candidato. Lo que sí sé es que se dijo: “los locos somos más” y no “los bobos somos más”. Y ningún loco, por mucho que lo esté, aceptaría este aumento de impuesto.

jueves, 11 de febrero de 2010

Carnaval por milagro

La celebración del Carnaval capitalino 2010 es la más accidentada de los últimos años. Sin presupuesto ni ruta, hasta la última hora, viene de tumbo en tumbo. Al final, se llevará a cabo, y abrirá la oportunidad de procurarse mejores días.

Como fiesta pagana y vulgar, vale poco; pero como fenómeno cultural, su valor potencial es enorme. Es en este punto donde debemos hacer énfasis. Desde hace más de 30 años el Carnaval se prostituyó. Se apoderaron de él los carros cisternas, la música estridente, el espectáculo vulgar, las tarimas subsidiadas por el erario público que promueven la holgazanería empresarial y alimenta a algunos avivatos, los puestos de venta de bebidas alcohólicas, y la desidia y el abandono que mató las iniciativas que daban paso al ingenio popular expresado en los disfraces y las comparsas. Todo se redujo a una mojadera sin sentido, disfrazada de “culecos”, y a la libación de alcohol, hasta la inconsciencia, que incita al desenfreno.

Las improvisaciones y otros actos sin sentido, lo han rematado hasta reducirlo al pobre espectáculo actual. Ya el rey Momo ni suena ni truena. Al morir Juan Alvarado Carbone, quien le dio vida al personaje por décadas, se acabó la mística. Otro personaje popular del Carnaval panameño, Domitila, una morena campesina que es figura tradicional, también la han zarandeado de acá para allá. En un tiempo la casaron con Tiburcio y, luego de unos años, volvió a salir sola. No sabemos si lo mandó a rodar, o enviudó. Después regresó el mentado Tiburcio, y volvió a desaparecer para siempre. Entretanto, Domitila pasó a ser personaje de tercera categoría. ¡Qué lejos están los tiempos en que algún hombre, ducho en el baile de la murga, la movía con alegría y le hacía menear sus trenzas, ganándose el aplauso de la multitud que presenciaba el desfile. Ni hablar de las comparsas, cuyos miembros, bien ataviados y luciendo un vestido diferente cada día, derrochaban alegría al compás de la batería de percusión que acompañaba sus cantos.

Ya el Carnaval no vale un real. Se perdió el ingenio, la gracia, el esmero. Salvo algún destello que relampaguea por la avenida, nada es digno de ver. Se camina entre las toldas de venta de chorizo, hamburguesa y gaseosa. Se perdió el Carnaval, y no existe justificación para lo que vemos hoy.

Todo eso tiene que acabarse, si queremos que el Carnaval valga la pena. Es necesario crear un estatuto de celebración de fiestas populares, que incluya otros momentos festivos, para promover la cultura y el turismo nacionales, y que promueva la participación de todas las edades en un ambiente sano y edificante. Algo que sea muy diferente al bodrio de la juerga carnavalera actual.

Es preciso separar bailes, desfiles, presentaciones artísticas, venta de bebidas y comidas, culecos, y otros espectáculos, para evitar mezclarlos y permitir a cada persona escoger el sitio o la actividad a la que quiera acudir. De esta manera se mantiene el orden público con mayor eficacia, y se garantiza el derecho de cada quien a estar en el lugar que le venga bien. Lo que hemos visto en las últimas décadas es un “tutti-frutti” de consumo forzoso, en el que se entremezclan borrachos, delincuentes, pervertidos e impertinentes, con gente que busca distraerse y divertirse sanamente, y que huye del pobre y denigrante ambiente que ve cada Carnaval.

A veces me pregunto cuándo comenzó esta degradación del Carnaval panameño. Esa imagen de mi niñez, con la abundancia de “serpentina y confetti”; de los niños acompañados de sus padres a ver el desfile, sin temor a una riña tumultuaria o una balacera; recuerdos de las reinas, las murgas, los disfraces salidos el humor y el ingenio popular; de las alegres comparsas con sus “colaos” al final de la delegación. Había orden y respeto. Los borrachos eran una plaga, que si se ponían impertinentes eran conducidos ante el corregidor. Nada de puestos de venta de “güaro”, ni obstáculos en las avenidas y las calles por varios días. Acabado el desfile, se limpiaba la vía y se restablecía la circulación y el tránsito.

Y que no me vengan a decir que era otro tiempo, porque el orden y el respeto que infunde la autoridad nada tiene que ver con el tiempo. Que me digan que antes había menos sinvergüenzura y ahora más, lo acepto, lo otro ¡no! Y esta es, precisamente, la diferencia que debemos establecer, si queremos un Carnaval digno de ver.

jueves, 21 de enero de 2010

Francisco de Sales, patrono de los periodistas

Los periodistas y escritores católicos tenemos como santo patrono a san Francisco de Sales, sacerdote y obispo que vivió entre 1567 y 1622. Hombre erudito, humilde, amable, austero, pero, sobre todo, hombre de fe.

Su celo por las cosas de Dios lo llevó a redactar unas hojas a mano, conocidas como “Controversias”, en las que exponía las verdades de la fe y refutaba las ideas calvinistas logrando convertir a los pobladores de Chablais. Todo con la amabilidad y la paciencia que le caracterizaban. Francisco de Sales tenía una forma muy particular de expresarse en sus escritos. Resumió esta labor a Juana de Chantal con esta frase: “Yo he repetido con frecuencia que la mejor manera de predicar a los herejes es el amor, aún sin decir una sola palabra de refutación contra sus doctrinas”.

Al tener como ejemplo de virtud a san Francisco de Sales, los periodistas católicos somos llamados a imitar su forma de comunicar, celosa en la búsqueda de la verdad, con amabilidad y amor en el lenguaje, pero con la firme convicción de propagar la fe con nuestros escritos.

Desde esa perspectiva de Francisco de Sales, resulta imposible no comunicar a Cristo ni al Magisterio de la Iglesia. Somos, en cierta medida, lo que comunicamos. Ello nos lleva a preguntarnos: ¿qué estamos comunicando hoy? Y es fácil apuntar hacia otros medios, porque usualmente nuestra mirada se dirige fuera de nosotros mismos. El asunto está en echar una mirada introspectiva, para saber qué comunico como periodista o escritor católico. Los otros hacen su trabajo, y es abundante. Pero el comunicador católico debe estar consciente que nuestra palabra es como el fermento o la sal, que no necesita saturar sino poner sabor a la gran masa de la comunicación actual.

Vivimos en un mundo que comunica a través de muchos medios. Que ha superado el concepto tradicional de los diarios, la radio y la televisión. Estamos inmersos en una sociedad donde los medios son masivos, y a la vez selectivos. Televisión por cable, con canales dedicados a una programación específica; televisión digital en la que se escoge el programa a voluntad; redes sociales abiertas o cerradas, que comunican ideas de interés común para los miembros. Es un mundo globalizado, que a la vez integra, en pequeñas comunidades virtuales, a tantas personas como temas e intereses las unan.

Si tuviéramos que redactar aquellas hojas de san Francisco de Sales, para llevarlas casa por casa, en un vecindario o pueblo, tendríamos que sumergirnos en estos “nuevos areópagos” que constituyen las redes sociales y los medios modernos. Ningún periodista o escritor católico debe marginarse de estas nuevas formas de comunicar, porque sería renunciar a nuestro compromiso de evangelizar y salar o fermentar un mundo de comunicaciones, que necesita a gritos de la iluminación de la fe cristiana.
En esta fiesta de nuestro santo patrono, san Francisco de Sales, el desafío está en redescubrir sus virtudes de comunicador de la verdad, y procurar el “aggiornamento” de aquello que adornó un día a este santo.

viernes, 8 de enero de 2010

¿Invasión o liberación?

El 9 de enero se cumplen 20 años de la Misa Campal que oficiara el entonces Arzobispo de Panamá, monseñor Marcos Gregorio McGrath, para conmemorar la Gesta del 9 de Enero de 1964 y por el sufragio de los muertos en la Invasión del 20 de diciembre de 1989.

Aquella mañana nos congregamos cientos de fieles en la Vía Ricardo J. Alfaro, cerca del centro comercial El Dorado, próximo a Fuerte Clayton, principal cuartel de las fuerzas armadas de los Estados Unidos. A 20 días de la intervención norteamericana, con las tropas invasoras rondando por todas partes, le desaconsejaban al Arzobispo McGrath a realizar aquella concentración. Nos reunió a un grupo de sus colaboradores más cercanos, y nos comunicó su deseo de llevar adelante ese acto. La razón principal, y por la que, también, se aconsejaba no realizarlo, era que no podíamos pasar por alto el recuerdo del 9 de Enero. La mayoría, de forma abrumadora, decidimos acuerpar la intención del Arzobispo. Y así se hizo.

El pueblo católico fue convocado, y respondió masivamente, en medio de la ocupación militar extranjera. Se calculó, en aquel momento, que alrededor de 5,000 personas acudieron al llamado. En un ambiente que aún mostraba los efectos de la Invasión, particularmente el “Saqueo”, se celebró la Misa. A excepción de la feligresía católica, ninguna institución u organización asumió la responsabilidad patriótica e histórica de la conmemoración del 9 de Enero. Ni siquiera la combativa izquierda del país, que prefirió guardar distancia y no arriesgarse. Esos, que por años se habían tomado el 9 de Enero para sí, ahora lo pasaban por alto por mera conveniencia.

Durante su homilía, monseñor McGrath habló de los muertos, de la reconciliación y la reconstrucción del país, de la justicia y la democracia, y, por supuesto, del significado del 9 de Enero. En su conclusión, el Arzobispo McGrath aludió al recuerdo futuro, en nuestra historia, de la Invasión, como si fuera más una liberación, salvaguardando nuestra libertad y nuestra soberanía. La frase fue sacada de contexto por una agencia de noticias, y nunca fue corregida. Desde entonces, ha quedado la polémica entre Invasión o liberación. Hago constar que personalmente llevé el texto de la homilía a las agencias de noticia y a los medios de comunicación, una vez terminada la Misa Campal. Pedimos la corrección inmediata y, unos días después, la reiteramos. Fue infructuoso. A partir de allí, se opina y condena, según el cristal con que cada crítico mira.

Cito, para beneficio de los lectores, el párrafo completo de la parte de aquella homilía de 9 de enero de 1990: “Recordemos en este momento a los fallecidos durante los eventos de estos días: panameños, norteamericanos, civiles y militares. ¡Que descansen en paz! ¡Que su sacrificio no haya sido en vano! Que la presencia militar extranjera en nuestro suelo en estos momentos sea recordada por la historia más como una liberación; que en nada restrinja ni disminuya para el futuro todos los atributos propios de la libertad y soberanía de Panamá, en todo su territorio; y que dé lugar a la pacífica y justa relación entre Panamá y los Estados Unidos, en el consorcio de los demás pueblos del mundo y sobre todo de las Américas.”