viernes, 30 de octubre de 2009

La inteligencia del primer mundo

A menudo escucho decir que quieren llevarnos al primer mundo, y que, para eso, se instalan semáforos inteligentes, lo cual supone que estamos en un mundo inferior, viviendo entre estructuras y edificios sin inteligencia o, lo que es peor, brutos.

Dar el salto al primer mundo, a ese mundo que nos pintan como idílico, requiere una mentalidad colectiva de primer mundo. Usar equipos y artefactos inteligentes o instalarlos en edificios y áreas públicas, igual reclama del usuario una actitud inteligente. ¿De qué nos sirven los planes del primer mundo, o, por ejemplo: semáforos inteligentes, si nuestra actitud dista mucho de ser la del primer mundo o la de una inteligencia superior? Es como darle un libro a un analfabeta, o caminar a media noche por un paraje peligroso, porque suponemos que toda persona tiene derecho a transitar libremente y a que le sea respetada su integridad física. Ni el analfabeta podrá sacar provecho de la lectura, si no le enseñan a leer, ni el ladrón dejará de robar si continúa siendo ladrón.

El cuento político de saltarnos al primer mundo, sin hacer cambiar la mentalidad de cuarto, quinto, o sexto mundo que tenemos, no pasará de utopía o fábula. Allí están los semáforos, que pronto entrarán a funcionar, para que conduzcamos de forma segura y expedita por nuestras calles y avenidas. Si esos semáforos, que dicen son inteligentes, no son respetados por los conductores que actúan como brutos, no servirán de nada.

Los semáforos actuales, aunque tarados o sin inteligencia, sabemos muy bien que, aún en su estupidez, señalan el alto con la luz roja, y que la luz verde es para el auto que transita por el otro lado de la vía. ¿Qué cosa diferente haría otro semáforo que se dice inteligente? Ninguna, en mi opinión. Lo distinto está en que el nuevo semáforo nos dará la señal verde en secuencia, según la cantidad de tráfico, y roja cuando sea el caso. Hasta aquí vamos bien, pero, y está comprobado, el bruto, que en este caso es el conductor irresponsable y no el aparato de señales de tráfico, bloqueará la vía igual que hace con el semáforo sin inteligencia, y provocará el mismo tranque que ya es cosa común entre nosotros.

Para saltar al primer mundo necesitamos actitud y educación de primer mundo, para provocar mentalidad de primer mundo. Educación cívica, instrucción escolar, ejercicio de la intelectualidad, urbanidad, valores, moral, y cultura. Sin este cambio, el salto es insuficiente para superar la barrera que nos separa de ese mundo primo.

Llenarnos podremos de tecnología, edificios y semáforos inteligentes, bienes y servicios de primer mundo, pero serán como un libro para un analfabeta, o una ocasión de robar para un ladrón. Inteligencia y mentalidad de primer mundo son prerrequisitos para dar el salto hacia allá. Y no lo haremos, mientras sea la brutalidad la que impere como principal rasgo cultural del común de los panameños.

viernes, 16 de octubre de 2009

Argentina ya no es la misma

Maradona es uno de los jugadores de fútbol más grandes de todos los tiempos, pero resulta un fiasco como director de la selección. Aún con importantes figuras del fútbol mundial, lleva al descalabro la selección de su país.

Realmente Argentina no se merece el bochorno que está pasando, porque es un equipo con muchos seguidores, y una de las esperanzas de llegar a la final de la Copa Mundial, junto con Brasil. Jugarse la clasificación con Diego Armando Maradona al frente, sólo por haber sido un gran jugador, y el mejor en su momento, no es mérito suficiente. Las eliminatorias y el campeonato mundial mismo obliga a conjugar el conocimiento y la habilidad de los jugadores, con la experiencia, el saber y la estrategia del seleccionador o técnico de las selecciones nacionales. Argentina tiene excelentes jugadores, pero no se puede decir lo mismo del actual timonel. Clasificó agónicamente de manera directa, pero está muy lejos de lo grande que ha sido y de todo lo que puede dar. Ya clasificada, la selección debe replantearse la permanencia de su actual técnico.

No traigo a menos a Maradona, pero, tampoco, me animo a ser maradoniano ni a pasar por ciego ante lo que veo. Dentro de la cancha reconozco sus méritos, aunque no lo considero el más grande; fuera de ella, es un desastre. Sólo veamos su trayectoria comparada con otros tres grandes: Pelé, Beckenbauer, y Platini. Todos grandes, Maradona entre ellos, pero los otros le superan fuera del campo, en respeto, logros, y actitud de vida personal. De los cuatro, Franz Beckenbauer fue el único que tuvo una exitosa carrera como técnico alcanzando, incluso, el campeonato mundial de fútbol con la selección de su país, precisamente, ante Argentina, en 1990. Los otros dos optaron por rechazar la dirección de sus selecciones nacionales, porque conocían sus limitaciones, y prefirieron seguir vinculados al fútbol mundial de otra manera. Aunque Platini lo intentó por poco tiempo en 1988.

Yo sé que mencionar el fracaso de Maradona como técnico es tema delicado, porque toca sentimientos profundos entre sus seguidores, pero la realidad está a la vista. Con Maradona, Argentina tropieza y no da seguridad. Lástima, porque Messi, Higuaín, Gago, Heinze, y otras grandes figuras de ese país se merecen más de lo que reciben actualmente. Los jugadores son buenos y están a la altura, su técnico no.

Maradona como jugador fue bueno, y hasta allí debemos dejarlo. No resultó como técnico en el equipo de segunda que dirigió en Argentina. No resulta bueno con la absoluta. Su ego parecer ser opuestamente proporcional a su estatura, y busca culpar a otros de sus errores e incapacidad, por lo que le resulta difícil dejar el cargo. Respondió a una crítica de Pelé diciendo que él había jugado en Europa y el otro no. Respuesta simplona, sin duda. Además de sus méritos, le fue fácil seguir jugando en Europa porque se hizo español. Antes de responder con esa tontería, al menos debe recordar que en los tiempos de Pelé poco aceptaban a los jugadores extranjeros. Sin embargo, los títulos de Pelé con su equipo brasileño son dignos de reconocer, incluidas las copas intercontinentales. Es un triunfo latinoamericano, como lo han sido los 5 campeonatos brasileños, y los dos de Uruguay y Argentina. Otra respuesta más apropiada habría sido mejor.

Sólo a modo de referencia estadística, Pelé jugó 1366 partidos en su carrera, y marcó 1282 goles, para un promedio de 0.94. Maradona, en partidos y goles, llega a la mitad de “O Rei”. En Europa, el promedio de goles de Maradona rondó 0.50, salvo en el Barcelona en 1982-1984 que fue un poco mejor: 0.65 y en Argentina de 0.69. Nunca superó el 70% como goleador. Decir más, sobra.

viernes, 9 de octubre de 2009

Conservar la auténtica Navidad

El rescate de la celebración de la auténtica Navidad es la meta que se propone la recién creada Asociación de Belenistas. Desde el empedrado salón parroquial de San José, un anciano fraile, con ánimo juvenil, impulsa con fuerza esa iniciativa.

Veinticuatro cristianos firmaron el acta de fundación, la víspera de la fiesta del creador del Nacimiento o Pesebre, san Francisco de Asís, movidos por el ferviente deseo de celebrar y promover los inmensos valores del acontecimiento ocurrido en Belén de Judá, y que revolucionó al mundo con el alumbramiento del Niño Jesús. Valores que en la actualidad son trastocados, por el afán de lucro y la secularización de la fiesta navideña, por parte de quienes sólo ven el mercantilismo, y por los que se dejan arrastrar por la corriente mundana que niega a Dios y antepone el falso bienestar de la humanidad, basándolo exclusivamente en el beneficio material.

La degradación de los valores de la Navidad empieza por la suplantación de los signos cristianos. Figuras creadas por la imaginación como Santa Claus, los duendes, renos voladores, enanos, muñecos de nieve, y otras, se propagan, a fuerza de publicidad, como símbolos válidos, empujando a olvidarse de lo esencial: el pesebre, los pastores, los magos sobre sus camellos, el ángel, María y José, y el protagonista central: Jesús niño.

Para rescatar el verdadero sentido de la Navidad, nos corresponde a los cristianos hacer dos cosas importantes: aprender la realidad del Misterio de Belén, y enseñarla a las personas que nos rodean. Si alguno desea contibuir, sinceramente, con este esfuerzo, puede comenzar por eliminar todo símbolo espúreo o falso de la decoración navideña de su hogar, y resaltar los auténticamente cristianos. Es un buen comienzo. De igual manera, en las tarjetas de felicitación que envíe y reciba, debe proponerse que el mensaje y los signos sean los correctos. Nada de “Felices Fiestas”, cuando debe decir “Feliz Navidad”. Si la tarjeta que le ofrecen no lo dice así, busque otra, y si la que recibe no lo expresa de esa manera, llame a quien se la envió y pídale, que para la próxima ocasión, le dé la que corresponde, explicándole con amabilidad el porqué le pide esto.

Desde hace algunos años se impulsa la descristianización de la Navidad, quitando de las felicitaciones la palabra “Navidad”, reemplazándola por fiestas. Cosa absurda. ¿Se atreverían a cambiar el Ramadán por otra palabra, o el Pesaj judío por otro vocablo? ¿Por qué quieren hacerlo con la Navidad? ¿Acaso el sentido de la Navidad no es recordar el nacimiento de Cristo?

Con la Asociación de Belenistas esperamos revertir tales aberraciones y distorsiones hacia la Natividad, la fiesta del nacimiento del Hijo de Dios, Cristo Jesús, a través de la exaltación del Misterio de Belén, manifestado en el humilde pesebre que sirvió de cobijo al Salvador del Mundo y a la Familia de Nazaret.

jueves, 1 de octubre de 2009

El homenaje público a Guillermo Endara Galimany

Guillermo Endara Galimany convocó al pueblo panameño en su despedida de este mundo. Como ex presidente y hombre público le fue reconocida, de esa manera, su fama de hombre honesto, humilde y sencillo, también, su acendrado sentido democrático y su civilismo.

Creo que la sociedad panameña, desde los políticos y los civiles, pasando por el pueblo sencillo, coinciden en la personalidad del presidente que asumió el gobierno después de la invasión, en un ambiente de destrucción y ruina, que poco resultado exitoso auguraba entonces. Sin embargo, Guillermo Endara, junto a su equipo de gobierno, supo recoger el entusiasmo y el deseo de reconstrucción y reconciliación de gran parte de la población.

Dos experiencias personales me quedan de él: la primera, cuando una de mis sobrinas, aún muy pequeña, se le acerca al final de una misa en el templo de Santa Ana, y le dice: “señor Endara, yo quiero que se acabe la guerra”. Él respondió abrazándola y diciéndole: “pronto se va a acabar”. La segunda experiencia fue después de un par de polémicas públicas conmigo, en el ejercicio él de la presidencia, y yo como periodista. Acudí a la Presidencia de la República acompañando a Bárbara Bloise, a la sazón presidenta del Colegio Nacional de Periodistas (yo era su vicepresidente), para un asunto que tenía que ver con la legislación de prensa. Al saludarlo, me recibió cordialmente, en un pequeño despacho que él utilizaba para trabajar en el Palacio de las Garzas. Allí aproveché para aclarar lo de la polémica, en una conversación a solas, y para hablar sobre la inversión que debíamos hacer en el tema de la democracia. Fueron apenas 5 minutos, pero muy francos y provechosos de parte y parte.

Si algo merece Endara es un monumento que lo recuerde, a la manera de los prohombres de la patria. Una estatua sería lo apropiado, como se hace para recordar la grandeza de los que le han servido a la patria. Nada pretencioso, sino una figura o busto que haga memoria de su obra y su sencillez.

La nación y la patria, y esto lo entendía muy bien Guillermo Endara Galimany, es toda la memoria histórica. Merecido tiene un monumento o el nombre de una avenida, pero creo que no hubiera estado de acuerdo en borrar el nombre de otro personaje nacional, para que pusieran el suyo. La familia pude decirlo con más autoridad que el resto.

Algunos piden su nombre para la llamada cinta costera, que usurpa el del Bulevar Balboa, a pesar de que en 4 años se cumplirá el 500 aniversario del descubrimiento del Mar del Sur, acontecimiento no sólo de Panamá, sino del mundo entero, o para la Avenida Nicanor de Obarrio (Calle 50). Endara, hombre humilde por antonomasia, e intelectual por añadidura, seguro se habría negado a ello. Sin embargo, la idea puede usarse para otro sitio. Propongo, desde aquí, el tramo vial que va del cruce de la Vía Israel, que hace esquina con la Escuela Profesional, y se adentra en Punta Pacífica. Esa avenida, que yo conozca, no tiene un nombre relevante, y cobraría prestigio si llevara el nombre de Guillermo Endara Galimany.

El funeral del ex presidente Endara nos unió en el reconocimiento de sus virtudes; igual debe unirnos en el memorial público que hagamos de él, para que esa unidad no nos fraccione ni nos impulse a eliminar de la vista de propios y extraños, sitios públicos o calles dedicadas a otros personajes de nuestra historia patria.