miércoles, 29 de abril de 2009

Reacción contra el Papa Benedicto XVI por el SIDA

Las declaraciones del Santo Padre en relación con el tratamiento del SIDA en África han provocado reacciones desproporcionados, por parte de algunos líderes políticos y activistas de la sociedad civil de Europa, que, poco informados, se han apresurado a injuriar al Papa y a condenarlo por sus palabras.

Si algo resulta evidente en este caso es, sin equivocación, la manipulación informativa de algunos grandes medios, que, comúnmente, atacan a la Iglesia Católica. Algunos, incluso, llegaron a afirmar que las palabras del Papa fueron pronunciadas en alguno de sus discursos en suelo africano. La realidad es otra: Benedicto XVI respondió a las preguntas de los periodistas que lo acompañaban en el avión rumbo a Camerún. Al escuchar las grabaciones, también se confirma que la respuesta del Santo Padre fue tergiversada, con la cita sesgada y la omisión del resto de las ideas expresadas por él, que sacaron de contexto lo dicho por Su Santidad.

En sus respuestas, el Papa Benedicto XVI explicó que la labor de la Iglesia Católica en la lucha contra el SIDA es esencial, y mencionó el doble esfuerzo que la Iglesia en África realiza en ese sentido. Dicho en sus palabras, fue así: "una humanización de la sexualidad, es decir una renovación espiritual y humana que lleve consigo un nuevo modo de comportarse el uno con el otro, y segundo, una verdadera amistad también y sobre todo con los que sufren".

Según la versión oficial de la entrevista concedida por el Papa a los periodistas que viajaban en el avión, cuando se le preguntó sobre la supuesta "ineficacia e irrealidad" de la lucha contra el SIDA por parte de la Iglesia, el Santo Padre dijo: "yo diría lo contrario: pienso que la realidad más eficiente, más presente ante la lucha contra el SIDA es algo propio de la Iglesia Católica, con sus movimientos, con sus distintas realidades". Y añadió, ante la insistencia del tema por parte de los periodistas, que “no se puede superar este problema del SIDA solo con slogans publicitarios. Si no existe el ánimo, si los africanos no se ayudan, no se puede resolver el flagelo con la distribución de preservativos: al contrario, el riesgo que se corre es el de aumentar el problema", y que "la solución puede encontrarse solamente en un doble esfuerzo: el primero consiste en una humanización de la sexualidad, es decir una renovación espiritual y humana que lleve consigo un nuevo modo de comportarse el uno con el otro, y segundo, una verdadera amistad también y sobre todo con los que sufren, la disponibilidad, también con sacrificios, con renuncias personales, para estar con los sufrientes".

Esa fue la respuesta del Papa Benedicto XVI, y que provocó tanto revuelo y tanto desatino, por parte de algunos personajes; incluidos los del patio, que se desbocaron basándose en lo que transmitieron las agencias y los medios de noticia, en vez de consultar la versión original, disponible en el portal de la Santa Sede y otros que reaccionaron ante los ataques, reproduciendo la información de primera mano.

martes, 21 de abril de 2009

Cara de tontos

Indigna ver con que desfachatez algunos personajes hacen declaraciones por los medios, por medio de un trabalenguas o un juego de palabras, en el que dicen y desdicen al mismo tiempo. Es el acto de hablar mucho y decir poco, en donde la jeringonza es bien entendida por el verdadero receptor del mensaje, pero ignorada por el resto de la gente común.

Tanto aquellos como algunos medios que le hacen eco, nos han visto la cara de tontos; o, al menos, eso es lo que piensan ellos. Todo en medio de una lucha por el poder, en la que algunos antes se odiaban y hoy se quieren; se mordían y arañaban, y ahora se besan y se abrazan. Y el juego de otros que cuando comían de la pera, no hablaban de ella, y ahora hablan más que un papagayo o una cotorra.

Dice uno de aquellos que nació panameño, pero el éxodo lo hizo gringo. Que se hizo gringo bajo juramento y renuncia expresa de su ciudadanía, pero le bastó volver a suelo patrio, para que el aire y el polvo del terruño lo hicieran ciudadano de nuevo y en pleno goce de sus derechos. El otro jura y perjura que no recibió un maletín, pero ya no dicen que fue el sino su “viejo”. Y si fuera el viejo, por supuesto que no fue el joven. Hasta el detector de mentiras fallaría si ése fuera el caso. Por el momento, de los detalles de aquestos hechos se conoce sólo lo que se nos ha querido revelar. Y así como en el concurso de baile la culpa de no saber bailar la tenía el Anticristo, ahora la culpa de ser o no ciudadano la tienen Caifás y Poncio Pilato. Y así como se piensa que los hijos no cargan con la culpa de los padres, igual alguno dirá que tampoco tienen por qué cargar con el maletín de sus padres. Yo no fui, fue teté.

Otros dicen que vieron, pero al mismo tiempo no vieron. Los mismitos guardaespaldas del colombiano Moñudo. Uno dice que no asegura que entró un maletín, ni asegura que dejó de entrar. En otras palabras, no reparó en un maletín con rueditas donde se transportaría un millón. Mas al salir, el maletín le llamó la atención. Al menos en las películas, que en su mayoría son hechos ficticios, los guardaespaldas requisan a quienes van a verse con un personaje “importante”, o notan algún bulto que parezca un arma. ¿Cuántos revólveres o pistolas caben en un maletín que puede contener un millón de dólares? No me explico que clase de guardaespaldas eran los de Murcia, que no vieron entrar un maletín que se transporta arrastrándolo. Tampoco se notaría un perro chihuahua o un san bernardo, si uno no quiere verlo. Hombres entrenados para resguardar la vida del presidente de la república, los ministros y personajes importantes, que no repararon en un maletín a la entrada de la suite del que supuestamente cuidaban. ¿Quiénes creerán que somos? ¿Acaso unos tarados que se comen el cuento del no vi, ni oí, ni hablé antes pero sí ahora? A otro perro con ese hueso, o a alguno que no tenga seso.

Tampoco falta la fábula del socio del mechudo Murcia. El "empresario" brasileño. De haber sido un hombre honrado, allí mismo habría dejado de ser socio del moñudo, cuando le confesó que le daba un par de millones a un político que está en plena campaña. Pero, no. Se quedó con el socio y ahora que está preso, lo traicionó.

Mentira o verdad; cuento o hecho real: nada me hace pensar que haya sinceridad en lo que dicen los guardaespaldas y el socio de Murcia. Mientras estaban en la buena con el moñudo, todos calladitos. Cayó en desgracia y comenzó a salpicar lodo a diestra y siniestro, y ahora todos hablan hasta por los codos. Y en ese hablar, para conseguir sus fines, nos quieren ver la cara de tontos. Ojalá y le abrieran un proceso a todos. Tanto a los que hablan como a los que son mencionados, porque todos mamaron de la misma teta. Y tan culpable es quien mata la vaca, como el que le hala la pata.

El asunto es un descaro evidente. Ahora veo que no me equivoqué al pensar, aún antes de este cuento del moñudo y los maletines, que ninguno de los candidatos más publicitados y gastadores de plata merecían mi voto. Si es por mí, bien podrían despedirse del cargo al que aspiran.

miércoles, 8 de abril de 2009

Retrospectiva pascual

A menudo me pongo a pensar cómo sería el tiempo en que vivió Jesús, en medio de la esperanza de Israel y el dominio romano. Muy dura ha debido ser la vida para el pueblo, entre la clase privilegiada de su nación y el aplastante poderío del invasor. Oprimido por propios y extraños, el habitante común de Judea y Galilea sufría los rigores de la presión de los poderosos.

Dentro de lo insoportable de la situación, aparece Jesús con el anuncio de la Buena Nueva para Israel: el Señor venía a liberarlos. El mensaje de Jesús, fundamentado en la fe y en la actitud de vida de quien elige hacer la voluntad de Dios, era interpretado de diversa manera por sus interlocutores. Los príncipes de los sacerdotes y los jefes de los partidos fariseo y saduceo, esperaban la restauración del reino con la expulsión romana y el reconocimiento de sus méritos como cumplidores de la ley; en cambio, lo que recibieron fue la condena por parte de Cristo a causa de la explotación y el desprecio que hacían al pueblo desvalido. Para los pobres, la cuestión era distinta: el lenguaje de Jesús, duro para los poderosos, resultaba esperanzador para los desposeídos. Los gentiles, por su parte, se mofaban o creían, según la medida de su corazón.

Luego de tres años de revolucionar la mentalidad de los habitantes de la región, creyentes y paganos, y tras los milagros y los portentos que lo ubicaban como un profeta poderoso en obras, o como el Mesías, según la fe de quienes le conocían, Jesús llega a la Pascua del año de su crucifixión. La última cena pascual con sus discípulos, a escondidas de quienes lo buscaban para matarlo. Allí, en el cenáculo de aquella casa, instituye la eucaristía y es traicionado por el Iscariote, después de que el demonio entrara en éste.

Prendido en la noche, tras recibir el beso traidor de Judas, es conducido a la casa de Caifás y, a la mañana siguiente, al Sanedrín. De allí, al tribunal de Pilato; y luego de vuelta a uno y al otro, hasta la sentencia de muerte definitiva. El viernes, la cruz y la sepultura, antes que caiga la noche. Sus discípulos refugiados; con miedo. Todo el sábado ocultos. En la mañana del domingo, las mujeres van a ungir el cadáver, pues no hubo tiempo para hacerlo por la prisa de su sepultura para que no les sorprendiera el Sábado.

El primer día de la semana, al amanecer, la sorpresa: no está el cuerpo. A pesar de la guardia a la entrada del sepulcro, no está el que creían muerto. La noticia llega a los discípulos, que corren a la tumba. Después se les aparece, tras hacerlo ante las mujeres. No lo pueden creer. El Maestro está vivo; ha resucitado. Quien no lo vio con sus propios ojos, no lo cree. Después lo haría avergonzado, cuando le hacen meter la mano en el costado abierto por la lanza y el dedo en la llaga de las manos que dejaron los clavos. No había ya dudas: Cristo está vivo y reina. Ahora vendría la persecución, pero de nada valió. Cárcel, ejecuciones, exilio, torturas y muerte por doquier y de múltiples formas, cada cual más dolorosa.

Dos mil años del reinado de Cristo. El mismo rechazo hoy de los que lo niegan; la misma persecución en contra de sus seguidores. Sólo cambian las circunstancias, porque el corazón del hombre sigue igual: Duro como un pedernal, o rendido ante aquel que sólo tiene palabras de vida eterna, sin prometer oro, dinero ni poderío terrenal.