jueves, 23 de julio de 2009

Las nuevas multas de tránsito

El anuncio del aumento de las multas de tránsito es ineficaz para resolver el caos y el irrespeto que se da en las vías públicas. Meter miedo es una cosa; hacer sentir respeto por la ley, otra. Un incremento desmedido en el monto de las multas, sólo presagia una cosa: más coima.

La nueva titular de la Autoridad del Tránsito es trabajadora, inteligente y sensible a las sugerencias. Cuando recoja las diversas opiniones sobre su propuesta, de seguro las tomará en cuenta y reevaluará su propuesta. Aumentar de manera excesiva la sanción pecuniaria por las infracciones al reglamento de tránsito, no es la solución para el problema. La cultura y el sistema creados en este ambiente conspiran contra tal medida. Los que se creen dueños de la avenida seguirán con sus malos hábitos, porque no es la multa actual la que los hace actuar así, sino el contubernio y la complicidad de ciertos agentes y de algunas autoridades.

Si analizamos por mera observación lo que acontece en la calle, nos daremos cuenta de algunas falencias en el control que se ejerce sobre los conductores infractores. La ausencia de vigilancia es notoria. Podemos recorrer por casi una hora las avenidas principales de la ciudad, y no vemos un policía de tránsito. Cuando aparece alguno, por lo general custodia una construcción o anda a pie. El conductor infractor lo sabe, y se juega una ruleta en la que tiene más probabilidad de salir impune que ser sorprendido en la acción.

Otra situación común es la actitud de los conductores de transporte colectivo, que poco caso hacen del silbato del agente. Tienen que pitarle varias veces, para que atiendan. Cuando hay varios agentes en un operativo, entonces obedecen, pero gran parte del día andan felices y a sus anchas.

Creo que antes de subir el precio de las multas es mejor organizar la vigilancia, colocar más policías de tránsito motorizados en la calles, y dividir la ciudad por cuadrantes, para que la vigilancia sea efectiva. Si se hace cumplir la ley, los conductores irresponsables tendrán la certeza del castigo y de la presencia constante de la policía de tránsito.

De hacerse una reforma endureciendo la sanción, esta debe dirigirse a los reincidentes. A esos debe imponérseles un castigo escalonado, que los disuada de su mal comportamiento al conducir un vehículo. Las penas empezarían por lo pecuniario, para luego pasar a terapia sicológica y suspensión temporal o definitiva de la licencia de conducir. De todo esto, a lo que más le temen es a perder la licencia. Ya una vez se elevó el monto de las multas, y la cosa sigue como antes. La fiebre no está en la sábana, sino en el enfermo.

Antes de poner en vigencia la desproporcionada elevación del monto de las multas, la Autoridad de Tránsito debe sopesar el alcance que esa medida tendrá. De no hacerlo, los agentes corruptos tendrán otra razón para llevarse dinero al bolsillo, sin que se vea la solución del problema. Por otra parte, los que no han caído en la vorágine de la corrupción estarían tentados, por el negociado y el dinero fácil que promete la cultura predominante en la relación entre conductores y policías torcidos, a incurrir en la misma despreciable anomalía.

lunes, 20 de julio de 2009

Apolo XI en la Luna

Hace 40 años yo era un niño pequeño. Apenas dejaba la escuela primaria. La gran noticia de aquel año de 1969 fue el alunizaje del Apolo XI. Me asombraba ver aquella transmisión vía satélite de la TV; la primera que veía en mi vida. Los astronautas dando saltitos en la superficie lunar, cual muñequitos de juguete. La hazaña más asombrosa desde el viaje de Cristóbal Colón 477 años antes.

Neil Armstrong: jamás se me olvidó ese nombre. Yo era un niño precoz en el saber, por lo que el tema me tenía ensimismado. Unos meses antes, mientras la maestra explicaba la fotosíntesis del agua, yo me atreví a hablarle a mi clase de las células fotoeléctricas y el rayo láser. No existía la internet. Ni soñarla. Sólo libros y diccionarios, o folletos en la escuálida biblioteca escolar. Sin embargo, ya estaba yo familiarizado con el cohete Saturno V, el proyecto Géminis, las naves Apolo, y algunas cosas más antiguas de ese momento como el satélite artificial Telstar, en cuyo desarrolló trabajó el esposo de una de las hijas de mi fallecida tía Delicia.

A pesar de gustarme la ciencia, eso no era lo mío. Lo descubriría un par de años después. Mi pasión: el periodismo. Aquel gusanillo explorador de información era lo que me hacía devorar periódicos, revistas, boletines, y pegarme a los noticieros de aquella pantalla en blanco y negro, o monocromática, si se le quiere decir con caché, que constituía la televisión de entonces.

El hombre en la Luna, posándose en el Mar de la Tranquilidad a bordo del módulo lunar, que se destetaba del módulo de comando. Tres hombres: Armstrong, Buzz Aldrin, y Michael Collins. Los representantes de la raza humana en el mundo lunar. Con ese viaje se acabó aquello que la Luna era de queso, que había extraños seres habitando en ella, y algunas cosas más. Lo único que ha sobrevivido a esa aventura: la Luna de Miel. Lo demás sucumbió.

No olvidaré aquel 20 de julio de 1969. Me apresuré a salir de la escuela, para pegarme al televisor. Millones de personas alrededor del mundo fueron protagonistas, a través de la pantalla chica. De haber existido el chat, hasta nos habrían cobrado las televisoras por enviarle saludos a los astronautas. ¡Qué negociado hubiera sido!

La vuelta a la Tierra no fue menos espectacular. Otra transmisión por TV. La espera que atravesarán la zona de silencio, donde podían perderse devorados por el fuego al entrar a la atmósfera. Cuando lograron transmitir, el regocijo fue grande. Las cámaras enfocaron aquel puntito en el cielo; los paracaídas se abrieron; y la cápsula amarizó. No recuerdo ahora si fue esa la que cayó de cabeza, o fue en otra misión del programa Apolo. La emoción se centró en el rescate. Los buzos se lanzaron desde el helicóptero y abrieron la escotilla. Los astronautas salieron y fueron subidos a bordo del portaaviones. Los metieron en una cámara especial, para evitar cualquier tipo de virus o elemento extraño que pudieran haber traído a la Tierra.

Con el tiempo se exhibieron los objetos que trajeron, principalmente las muestras de roca lunar. Años después supimos que la bandera que sembraron se quemó en el despegue del módulo lunar, algunas otras cosas que estaban alrededor. Como dijera Neil Armstrong desde la Luna: fue un pequeño salto para el hombre, y un gran paso para la humanidad.

jueves, 9 de julio de 2009

Universalidad del 14 de Julio

La fiesta de Francia conocida como el Día de los Derechos del Hombre es, con mucho, una gesta que abarca a toda la humanidad. La Toma de la Bastilla, y la proclama de Libertad, Igualdad y Fraternidad, que puso fin al vasallismo francés, y al despotismo de la monarquía, se inspira en los valores más profundos del ser humano.

Es comprobada la influencia del movimiento libertario francés, que tuvo su momento cumbre en los acontecimientos del 14 de Julio. Las Tullerías, La Bastilla, el Campo de Marte, son escenarios del deseo de libertad y de igualdad que, en representación de la humanidad, hicieron patente los protagonistas de aquellos hechos. Francia es, en este sentido, el estandarte del ideal de los pueblos del mundo.

Tengo un aprecio especial por la Revolución Francesa. Me fascina. De hecho cumplí uno de mis sueños de juventud: vivir un 14 de Julio en París. Mochila a la espalda, y 14 horas en tren desde Roma a la Ciudad Luz, me llevaron a presenciar esa celebración presidida por el recién estrenado presidente francés de aquel tiempo, monsieur Francois Mitterrand.

Aquí en el patio, el 14 de Julio representó mi rebeldía contra la dictadura que gobernó a Panamá durante 21 años. Era yo un adolescente, cuando empecé a celebrar cada aniversario de la Revolución Francesa en mi barrio. Reuní algunos amigos y vecinos, y hacía la proclama de libertad y mis acostumbradas arengas contra el régimen. Por un periodo de 16 años consecutivos, se hizo costumbre este acto. Al principio, por ser yo menor de edad, la “ceremonia” duraba un par de horas, porque el toque de queda para los menores de edad regía a partir de las 8 de la noche. Un par de años después, la celebración se extendía por varias horas, y concluía a la medianoche con el canto de la Marsellesa por las calles del barrio. Huelga decir que, en más de una ocasión, tuve mis encontrones con la policía. Afortunadamente, no paré en la cárcel. Una que otra vez nos dispersaban, y nos perdíamos por los zaguanes y callejones, para salir al otro lado de la calle y continuar reclamando el fin de la dictadura.

Una de las frases lapidarias, cuando nos acosaba la policía, era la de Mirabeu: “estamos aquí por la voluntad del pueblo, y sólo nos sacarán por la fuerza de las bayonetas”, la que gritaba yo a buen recaudo, en algún cuarto o vivienda de quienes me refugiaban, seguido por el coro de mis “huestes revolucionarias”.

Quizá esta historia, anónima para muchos, no tuvo alcance nacional; pero, en el barrio, tuvo un impacto profundo entre los que eran jóvenes como yo, y, a través de nosotros, en aquellos adultos que veían en esta rebeldía la esperanza de recuperar la democracia en Panamá. Quiero recordar algunos de los que me acompañaron, por tantos años, en ese acto civilista en el barrio. A “Solo un Ojo”, “Mamicho”, “Pescao”, “El Champ”, “Chano Pozo”, “El Gran Danés”, “Pita”, “Pifia”, gracias por apoyarme en mi locura. A las “viejas” que me abrieron las puertas de sus cuartos, para darme refugio. Gracias. Y a todos los demás, mil gracias.
¡Vive La France! ¡Vive la Liberté! ¡Vive les droites de l’homme! ¡Vive l’humanité!

lunes, 6 de julio de 2009

Caballeros de la política

La visita de diversos personajes políticos al ex presidente Guillermo Endara, en su lecho de enfermo, es una muestra de que no todo está perdido en nuestra sociedad política. Personajes opositores al partidismo del ex mandatario, desfilaron para ofrecerle su respeto y desearle pronto restablecimiento.

Si esa caballerosidad se mostrara más a menudo en el comportamiento de nuestra clase política, quizá tendríamos menos escándalos y mejor ambiente en la relación interpartidaria. Es algo que nos hace falta, para edificar el ejercicio de la política en nuestro medio. Figuras como Ricardo Arias Calderón y Arístides Royo, quienes han demostrado decencia y educación en su actuar político, visitaron a Endara, en un gesto significativo. Ambos, en su momento, tuvieron sus divergencias con el enfermo. Su visita, en la actualidad, ni les suma ni les resta votos o simpatías electorales, porque ya están alejados de dichos menesteres; lo que nos hace pensar en la sinceridad de su visita.

Otras figuras, también, se apersonaron al hospital donde está recluido Guillermo Endara. El ex presidente Ernesto Pérez Balladares; el actual presidente, Ricardo Martinelli; y el presidente saliente, Martín Torrijos. De este último, igual, debo destacar sus buenas maneras y sencillez. No juzgo, y aclaro, la gestión presidencial o de hombre público de ninguno. En su momento, cuando estuvieron al frente de sus cargos, lo hice con toda libertad. Nunca busque ni pedí que me dieran un puesto, o una botella, o algún favor que me acomodara. Menos pedí dinero. ¡Líbreme Dios! A cada uno de ellos les he dicho lo que pienso, sin adulación ni hipocresía. Excepto a Royo, a los demás les he dicho, frente a frente, mi opinión con respecto a las circunstancias que nos han hecho encontrarnos. Pero a todos, sin excepción, les critiqué en mis escritos.

Con la violencia verbal y el ataque personalizado que observamos en la reciente campaña electoral, el gesto de estos hombres que menciono se convierte en un acto digno de imitar. La caballerosidad, la decencia, la tolerancia, la honestidad y el buen actuar, es lo que espero de los funcionarios que ahora asumen la conducción del país. De su ejemplo depende que sus simpatizantes los emulen. Según sea el personaje que gobierna o dirige, así serán sus seguidores. Que la buena conducta sea incluida en el cambio que se nos ha prometido, porque en la campaña estuvo ausente en el proceder de algunos.

Deseo pronto restablecimiento al ex presidente Endara, si es la voluntad de Dios. Que, recíprocamente, corresponda a la caballerosidad que ha recibido en su cama de doliente. Que recupere aquel carácter afable y trato exquisito, cuando lo veía atravesar, hace años, la Plaza de Porras, al salir de su bufete. Así me gustaría volverlo a ver. Y lo dice alguien con quien polemizó públicamente, y que siempre le respetó su investidura presidencial, al punto de esperar la terminación de su mandato para responderle, de ciudadano a ciudadano, algunos de sus señalamientos.


La visita de diversos personajes políticos al ex presidente Guillermo Endara, en su lecho de enfermo, es una muestra de que no todo está perdido en nuestra sociedad política. Personajes opositores al partidismo del ex mandatario, desfilaron para ofrecerle su respeto y desearle pronto restablecimiento.

Si esa caballerosidad se mostrara más a menudo en el comportamiento de nuestra clase política, quizá tendríamos menos escándalos y mejor ambiente en la relación interpartidaria. Es algo que nos hace falta, para edificar el ejercicio de la política en nuestro medio. Figuras como Ricardo Arias Calderón y Arístides Royo, quienes han demostrado decencia y educación en su actuar político, visitaron a Endara, en un gesto significativo. Ambos, en su momento, tuvieron sus divergencias con el enfermo. Su visita, en la actualidad, ni les suma ni les resta votos o simpatías electorales, porque ya están alejados de dichos menesteres; lo que nos hace pensar en la sinceridad de su visita.

Otras figuras, también, se apersonaron al hospital donde está recluido Guillermo Endara. El ex presidente Ernesto Pérez Balladares; el actual presidente, Ricardo Martinelli; y el presidente saliente, Martín Torrijos. De este último, igual, debo destacar sus buenas maneras y sencillez. No juzgo, y aclaro, la gestión presidencial o de hombre público de ninguno. En su momento, cuando estuvieron al frente de sus cargos, lo hice con toda libertad. Nunca busque ni pedí que me dieran un puesto, o una botella, o algún favor que me acomodara. Menos pedí dinero. ¡Líbreme Dios! A cada uno de ellos les he dicho lo que pienso, sin adulación ni hipocresía. Excepto a Royo, a los demás les he dicho, frente a frente, mi opinión con respecto a las circunstancias que nos han hecho encontrarnos. Pero a todos, sin excepción, les critiqué en mis escritos.

Con la violencia verbal y el ataque personalizado que observamos en la reciente campaña electoral, el gesto de estos hombres que menciono se convierte en un acto digno de imitar. La caballerosidad, la decencia, la tolerancia, la honestidad y el buen actuar, es lo que espero de los funcionarios que ahora asumen la conducción del país. De su ejemplo depende que sus simpatizantes los emulen. Según sea el personaje que gobierna o dirige, así serán sus seguidores. Que la buena conducta sea incluida en el cambio que se nos ha prometido, porque en la campaña estuvo ausente en el proceder de algunos.

Deseo pronto restablecimiento al ex presidente Endara, si es la voluntad de Dios. Que, recíprocamente, corresponda a la caballerosidad que ha recibido en su cama de doliente. Que recupere aquel carácter afable y trato exquisito, cuando lo veía atravesar, hace años, la Plaza de Porras, al salir de su bufete. Así me gustaría volverlo a ver. Y lo dice alguien con quien polemizó públicamente, y que siempre le respetó su investidura presidencial, al punto de esperar la terminación de su mandato para responderle, de ciudadano a ciudadano, algunos de sus señalamientos.