miércoles, 31 de marzo de 2010

¿Dónde está tu corazón?

Una de las enseñanzas de Jesús nos dice que donde esté nuestro tesoro, allí estará nuestro corazón. Aquello a lo que damos más valor, es nuestro tesoro, que puede ser el afecto, algún anhelo o recuerdo, o algún bien.

Muchas veces no le damos importancia a este hecho, porque consideramos que no hacemos nada malo. Dios, efectivamente, nos colma de bienes, pero están subordinados al amor a Dios y, aún, a nosotros mismos. Ningún tesoro está por encima de Dios, ni debe estar por encima de nosotros mismos. Anteponer esos “tesoros” a Dios y a nosotros, sólo nos traerá esclavitud y pesares.

La muestra en estos días es la celebración pascual, que es la mayor fiesta del cristiano. Acudimos el Jueves Santo a recorrer los 7 templos, a la liturgia del Lavatorio de los Pies, a la Adoración del Santísimo. Lo mismo hacemos el Viernes Santo: el Rito de la Cruz, el ayuno, la abstinencia, la procesión. A la Vigilia, ya son menos los concurrentes. Que si es de noche, que el peligro de andar por la calle, que el cansancio de los dos días anteriores, y otras excusas. Ya se apaga el fuego de la devoción. Y el Domingo de Pascua, otro tanto. La playa, la diversión, la vuelta a la normalidad, después de varios días de sequía y aflicción.

¿Por qué el desinterés? Buscar causas sería algo de nunca acabar. Quizá, y sólo quizá, no hacemos lo suficiente para que la Pascua se sienta como una fiesta. El ambiente festivo se siente poco entre los cristianos, porque proyectamos una imagen de una misa más. ¿Dónde están las invitaciones? ¿Dónde esa sensación de fiesta en el templo y sus alrededores? ¿Dónde ese algo de más, que diferencie el Domingo de Resurrección de los domingos ordinarios del año? Si no ven que estamos de fiesta, los demás difícilmente lo percibirán.

Cada uno de los cristianos tenemos el deber de transmitir esa imagen de celebración, de regocijo. Algún signo en nuestros hogares, que le diga al resto de las personas que Cristo resucitó. Una imagen, un letrero, vestirse elegante, invitar a comer a los amigos, a la familia. Organizar un ágape con los vecinos, o entregarle alguna hojita con una lectura breve sobre la fiesta que celebramos. Cosas sencillas, pero que den testimonio que estamos alegres en el Señor.

De nosotros depende que se sienta que celebramos. Así como el vecindario se entera cuando hacemos una fiesta en casa, o si vamos a salir a alguna celebración de bodas o 15 años, de igual forma, proporciones guardadas, debe enterarse que celebramos la Resurrección del Señor, sin escándalo, pero con signos visibles. Empecemos a hacerlo este año, y el esfuerzo rendirá sus frutos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario