jueves, 22 de julio de 2010

La grandeza de Bolívar


Con ocasión de los 227 años del natalicio de Simón Bolívar me vienen a la mente algunas semblanzas de la vida del Libertador. Aristócrata de nacimiento, Bolívar conoció de pocas penurias, luego fue dictador y presidente de varias naciones. Educado en Europa, en parte, y discípulo de Andrés Bello, además de su roce con el clero, forjó un carácter recio y de fuertes convicciones cívicas.

Quisieran hoy algunos, a lo largo de nuestra América, poseer las virtudes y entereza de principios del Libertador. Sea que proclamen con sus labios la admiración por Simón Bolívar, o lloren frente a su esqueleto, a esos parece estarle negado, no por natura sino por hechura, las virtudes que adornaron a Bolívar.

Toda la fama y el poder que detentó, le hubieran permitido enriquecerse o prolongarse en el poder; sin embargo, prefirió abandonarlo todo cuando sintió que el apoyo político de su entorno le era adverso. Para trasladarse de Bogotá a Santa Marta, donde murió, vendió su vajilla de plata y algunas joyas. No se llevó con él nada que le perteneciera y su testamento es una pieza de integridad, más que el reparto de riquezas mal habidas. Por eso digo: quisieran muchos ser como él, o quisiéramos nosotros que muchos gobernantes fueran como él.

Ya muerto, sus restos regresaron a su natal Caracas, según fue su voluntad, y sepultados en la cripta de la Santísima Trinidad de Caracas, junto a los restos de sus padres, donde permanecieron hasta su traslado al Panteón Nacional caraqueño en 1876. Recientemente han sido desenterrados, por orden del actual mandatario venezolano, con el propósito de depositarlos en un mausoleo monumento.

La grandeza de Bolívar está, para mí, en sus virtudes, no en sus hazañas. Simón Bolívar le pertenece a América, por fue su sueño verla unida como una gran nación. Y aunque alguno pretenda distorsionar su pensamiento, la gloria de Bolívar trasciende el pedacito de mundo de quien lo intenta. Por más que grite y se desgañite, sus palabras se las llevará el viento y las arrojará al fondo del mar, en trepidante remolino.

¿Por qué es grande Bolívar? Porque nació rico y murió pobre. Porque tuvo en sus manos los tesoros de tres naciones y no tomó nada para sí. Porque no se aprovechó del prestigio ni de su posición política ni de su aristocracia. Porque por él hablan Carabobo, Ayacucho, Junín, Cúcuta y un centenar de campos de batalla. Podría responder Roma o Madrid, que le vieron joven y jurando libertar a su patria. Responderían, con gusto, San Martín, Sucre, Urdaneta, Nariño o Santander. Pero es grande porque no sucumbió a lisonjas y, con sus fallos humanos, siempre pensó en ganar el cielo y no la gloria mundana.

(La imagen corresponde a la Plaza Bolívar, Casco Antiguo, Panamá. Foto Luis Alberto Díaz)