viernes, 20 de noviembre de 2009

La Caja de Seguro Social y sus beneficiarios

La pesada carga que tiene la Caja de Seguro Social con los beneficiarios, que supera en número a los cotizantes, debe ser aliviada con urgencia. Más que dejarlos sin cobertura, debemos ofrecerle una opción que reemplace, parcial o totalmente, los servicios que brinda el Seguro.

Desde mi punto de vista como cotizante y usuario, el fenómeno de la cobertura total a los beneficiarios ocurre porque no existe alternativa frente a la oferta actual. Si tuviéramos que pagar la atención médica privada por nuestros dependientes, sería impagable para muchos de nosotros, y veríamos agravarse la enfermedad de nuestros seres queridos, o, peor aún, su muerte.

Quitarle el derecho de atención de salud a los beneficiarios de la Caja supone, en parte, una planificación que desarrolle un programa a largo plazo. Primero tendríamos que definir si la eliminación de la cobertura será total, o parcial. Luego habría que establecer a cual institución de salud le correspondería brindar esa atención. Después, cómo se daría esa transición en tiempo y espacio. Por último, quién asumiría el costo. El estado, el paciente, un plan de seguro médico público, o ambas partes, proporcionalmente.

En lo personal me inclino por una cobertura del Seguro Social sólo para los cónyuges, y los hijos menores de 19 años, siempre y cuando estén bajo la dependencia y autoridad de sus padres, que cubra medicinas, laboratorios, tratamientos y especialidades médicas. La atención primaria quedaría excluida. Esta deberá proveerse fuera del Seguro, y funcionaría como una especie de deducible. La atención de salud para quienes quedan sin cobertura, deberá ser provista por el sistema de salud público.

A mi modo de ver, el sistema de salud público ha descargado, por años, parte de su responsabilidad en el Seguro Social, lo que ha provocado que la Caja asuma lo propio y lo ajeno, mermando sus recursos y congestionándola de pacientes, al punto que la capacidad de atención sea superada por la demanda de los usuarios. Por eso es necesario que, en cualquier plan de recorte de cobertura a los beneficiarios, se incluya, como paso previo, la ampliación de los servicios e instalaciones de los centros de salud, y la construcción de varios hospitales de tercer nivel y de suficientes hospitales generales.

Toda solución para el exceso de cobertura de la Caja de Seguro Social debe pasar, también, por la revisión del sistema de salud nacional. Ver al Seguro como un hecho aislado es inconveniente, porque el problema de fondo quedará sin solución: la atención de salud eficaz, eficiente, y accesible, en todos sus aspectos, para la población del país.

viernes, 30 de octubre de 2009

La inteligencia del primer mundo

A menudo escucho decir que quieren llevarnos al primer mundo, y que, para eso, se instalan semáforos inteligentes, lo cual supone que estamos en un mundo inferior, viviendo entre estructuras y edificios sin inteligencia o, lo que es peor, brutos.

Dar el salto al primer mundo, a ese mundo que nos pintan como idílico, requiere una mentalidad colectiva de primer mundo. Usar equipos y artefactos inteligentes o instalarlos en edificios y áreas públicas, igual reclama del usuario una actitud inteligente. ¿De qué nos sirven los planes del primer mundo, o, por ejemplo: semáforos inteligentes, si nuestra actitud dista mucho de ser la del primer mundo o la de una inteligencia superior? Es como darle un libro a un analfabeta, o caminar a media noche por un paraje peligroso, porque suponemos que toda persona tiene derecho a transitar libremente y a que le sea respetada su integridad física. Ni el analfabeta podrá sacar provecho de la lectura, si no le enseñan a leer, ni el ladrón dejará de robar si continúa siendo ladrón.

El cuento político de saltarnos al primer mundo, sin hacer cambiar la mentalidad de cuarto, quinto, o sexto mundo que tenemos, no pasará de utopía o fábula. Allí están los semáforos, que pronto entrarán a funcionar, para que conduzcamos de forma segura y expedita por nuestras calles y avenidas. Si esos semáforos, que dicen son inteligentes, no son respetados por los conductores que actúan como brutos, no servirán de nada.

Los semáforos actuales, aunque tarados o sin inteligencia, sabemos muy bien que, aún en su estupidez, señalan el alto con la luz roja, y que la luz verde es para el auto que transita por el otro lado de la vía. ¿Qué cosa diferente haría otro semáforo que se dice inteligente? Ninguna, en mi opinión. Lo distinto está en que el nuevo semáforo nos dará la señal verde en secuencia, según la cantidad de tráfico, y roja cuando sea el caso. Hasta aquí vamos bien, pero, y está comprobado, el bruto, que en este caso es el conductor irresponsable y no el aparato de señales de tráfico, bloqueará la vía igual que hace con el semáforo sin inteligencia, y provocará el mismo tranque que ya es cosa común entre nosotros.

Para saltar al primer mundo necesitamos actitud y educación de primer mundo, para provocar mentalidad de primer mundo. Educación cívica, instrucción escolar, ejercicio de la intelectualidad, urbanidad, valores, moral, y cultura. Sin este cambio, el salto es insuficiente para superar la barrera que nos separa de ese mundo primo.

Llenarnos podremos de tecnología, edificios y semáforos inteligentes, bienes y servicios de primer mundo, pero serán como un libro para un analfabeta, o una ocasión de robar para un ladrón. Inteligencia y mentalidad de primer mundo son prerrequisitos para dar el salto hacia allá. Y no lo haremos, mientras sea la brutalidad la que impere como principal rasgo cultural del común de los panameños.

viernes, 16 de octubre de 2009

Argentina ya no es la misma

Maradona es uno de los jugadores de fútbol más grandes de todos los tiempos, pero resulta un fiasco como director de la selección. Aún con importantes figuras del fútbol mundial, lleva al descalabro la selección de su país.

Realmente Argentina no se merece el bochorno que está pasando, porque es un equipo con muchos seguidores, y una de las esperanzas de llegar a la final de la Copa Mundial, junto con Brasil. Jugarse la clasificación con Diego Armando Maradona al frente, sólo por haber sido un gran jugador, y el mejor en su momento, no es mérito suficiente. Las eliminatorias y el campeonato mundial mismo obliga a conjugar el conocimiento y la habilidad de los jugadores, con la experiencia, el saber y la estrategia del seleccionador o técnico de las selecciones nacionales. Argentina tiene excelentes jugadores, pero no se puede decir lo mismo del actual timonel. Clasificó agónicamente de manera directa, pero está muy lejos de lo grande que ha sido y de todo lo que puede dar. Ya clasificada, la selección debe replantearse la permanencia de su actual técnico.

No traigo a menos a Maradona, pero, tampoco, me animo a ser maradoniano ni a pasar por ciego ante lo que veo. Dentro de la cancha reconozco sus méritos, aunque no lo considero el más grande; fuera de ella, es un desastre. Sólo veamos su trayectoria comparada con otros tres grandes: Pelé, Beckenbauer, y Platini. Todos grandes, Maradona entre ellos, pero los otros le superan fuera del campo, en respeto, logros, y actitud de vida personal. De los cuatro, Franz Beckenbauer fue el único que tuvo una exitosa carrera como técnico alcanzando, incluso, el campeonato mundial de fútbol con la selección de su país, precisamente, ante Argentina, en 1990. Los otros dos optaron por rechazar la dirección de sus selecciones nacionales, porque conocían sus limitaciones, y prefirieron seguir vinculados al fútbol mundial de otra manera. Aunque Platini lo intentó por poco tiempo en 1988.

Yo sé que mencionar el fracaso de Maradona como técnico es tema delicado, porque toca sentimientos profundos entre sus seguidores, pero la realidad está a la vista. Con Maradona, Argentina tropieza y no da seguridad. Lástima, porque Messi, Higuaín, Gago, Heinze, y otras grandes figuras de ese país se merecen más de lo que reciben actualmente. Los jugadores son buenos y están a la altura, su técnico no.

Maradona como jugador fue bueno, y hasta allí debemos dejarlo. No resultó como técnico en el equipo de segunda que dirigió en Argentina. No resulta bueno con la absoluta. Su ego parecer ser opuestamente proporcional a su estatura, y busca culpar a otros de sus errores e incapacidad, por lo que le resulta difícil dejar el cargo. Respondió a una crítica de Pelé diciendo que él había jugado en Europa y el otro no. Respuesta simplona, sin duda. Además de sus méritos, le fue fácil seguir jugando en Europa porque se hizo español. Antes de responder con esa tontería, al menos debe recordar que en los tiempos de Pelé poco aceptaban a los jugadores extranjeros. Sin embargo, los títulos de Pelé con su equipo brasileño son dignos de reconocer, incluidas las copas intercontinentales. Es un triunfo latinoamericano, como lo han sido los 5 campeonatos brasileños, y los dos de Uruguay y Argentina. Otra respuesta más apropiada habría sido mejor.

Sólo a modo de referencia estadística, Pelé jugó 1366 partidos en su carrera, y marcó 1282 goles, para un promedio de 0.94. Maradona, en partidos y goles, llega a la mitad de “O Rei”. En Europa, el promedio de goles de Maradona rondó 0.50, salvo en el Barcelona en 1982-1984 que fue un poco mejor: 0.65 y en Argentina de 0.69. Nunca superó el 70% como goleador. Decir más, sobra.

viernes, 9 de octubre de 2009

Conservar la auténtica Navidad

El rescate de la celebración de la auténtica Navidad es la meta que se propone la recién creada Asociación de Belenistas. Desde el empedrado salón parroquial de San José, un anciano fraile, con ánimo juvenil, impulsa con fuerza esa iniciativa.

Veinticuatro cristianos firmaron el acta de fundación, la víspera de la fiesta del creador del Nacimiento o Pesebre, san Francisco de Asís, movidos por el ferviente deseo de celebrar y promover los inmensos valores del acontecimiento ocurrido en Belén de Judá, y que revolucionó al mundo con el alumbramiento del Niño Jesús. Valores que en la actualidad son trastocados, por el afán de lucro y la secularización de la fiesta navideña, por parte de quienes sólo ven el mercantilismo, y por los que se dejan arrastrar por la corriente mundana que niega a Dios y antepone el falso bienestar de la humanidad, basándolo exclusivamente en el beneficio material.

La degradación de los valores de la Navidad empieza por la suplantación de los signos cristianos. Figuras creadas por la imaginación como Santa Claus, los duendes, renos voladores, enanos, muñecos de nieve, y otras, se propagan, a fuerza de publicidad, como símbolos válidos, empujando a olvidarse de lo esencial: el pesebre, los pastores, los magos sobre sus camellos, el ángel, María y José, y el protagonista central: Jesús niño.

Para rescatar el verdadero sentido de la Navidad, nos corresponde a los cristianos hacer dos cosas importantes: aprender la realidad del Misterio de Belén, y enseñarla a las personas que nos rodean. Si alguno desea contibuir, sinceramente, con este esfuerzo, puede comenzar por eliminar todo símbolo espúreo o falso de la decoración navideña de su hogar, y resaltar los auténticamente cristianos. Es un buen comienzo. De igual manera, en las tarjetas de felicitación que envíe y reciba, debe proponerse que el mensaje y los signos sean los correctos. Nada de “Felices Fiestas”, cuando debe decir “Feliz Navidad”. Si la tarjeta que le ofrecen no lo dice así, busque otra, y si la que recibe no lo expresa de esa manera, llame a quien se la envió y pídale, que para la próxima ocasión, le dé la que corresponde, explicándole con amabilidad el porqué le pide esto.

Desde hace algunos años se impulsa la descristianización de la Navidad, quitando de las felicitaciones la palabra “Navidad”, reemplazándola por fiestas. Cosa absurda. ¿Se atreverían a cambiar el Ramadán por otra palabra, o el Pesaj judío por otro vocablo? ¿Por qué quieren hacerlo con la Navidad? ¿Acaso el sentido de la Navidad no es recordar el nacimiento de Cristo?

Con la Asociación de Belenistas esperamos revertir tales aberraciones y distorsiones hacia la Natividad, la fiesta del nacimiento del Hijo de Dios, Cristo Jesús, a través de la exaltación del Misterio de Belén, manifestado en el humilde pesebre que sirvió de cobijo al Salvador del Mundo y a la Familia de Nazaret.

jueves, 1 de octubre de 2009

El homenaje público a Guillermo Endara Galimany

Guillermo Endara Galimany convocó al pueblo panameño en su despedida de este mundo. Como ex presidente y hombre público le fue reconocida, de esa manera, su fama de hombre honesto, humilde y sencillo, también, su acendrado sentido democrático y su civilismo.

Creo que la sociedad panameña, desde los políticos y los civiles, pasando por el pueblo sencillo, coinciden en la personalidad del presidente que asumió el gobierno después de la invasión, en un ambiente de destrucción y ruina, que poco resultado exitoso auguraba entonces. Sin embargo, Guillermo Endara, junto a su equipo de gobierno, supo recoger el entusiasmo y el deseo de reconstrucción y reconciliación de gran parte de la población.

Dos experiencias personales me quedan de él: la primera, cuando una de mis sobrinas, aún muy pequeña, se le acerca al final de una misa en el templo de Santa Ana, y le dice: “señor Endara, yo quiero que se acabe la guerra”. Él respondió abrazándola y diciéndole: “pronto se va a acabar”. La segunda experiencia fue después de un par de polémicas públicas conmigo, en el ejercicio él de la presidencia, y yo como periodista. Acudí a la Presidencia de la República acompañando a Bárbara Bloise, a la sazón presidenta del Colegio Nacional de Periodistas (yo era su vicepresidente), para un asunto que tenía que ver con la legislación de prensa. Al saludarlo, me recibió cordialmente, en un pequeño despacho que él utilizaba para trabajar en el Palacio de las Garzas. Allí aproveché para aclarar lo de la polémica, en una conversación a solas, y para hablar sobre la inversión que debíamos hacer en el tema de la democracia. Fueron apenas 5 minutos, pero muy francos y provechosos de parte y parte.

Si algo merece Endara es un monumento que lo recuerde, a la manera de los prohombres de la patria. Una estatua sería lo apropiado, como se hace para recordar la grandeza de los que le han servido a la patria. Nada pretencioso, sino una figura o busto que haga memoria de su obra y su sencillez.

La nación y la patria, y esto lo entendía muy bien Guillermo Endara Galimany, es toda la memoria histórica. Merecido tiene un monumento o el nombre de una avenida, pero creo que no hubiera estado de acuerdo en borrar el nombre de otro personaje nacional, para que pusieran el suyo. La familia pude decirlo con más autoridad que el resto.

Algunos piden su nombre para la llamada cinta costera, que usurpa el del Bulevar Balboa, a pesar de que en 4 años se cumplirá el 500 aniversario del descubrimiento del Mar del Sur, acontecimiento no sólo de Panamá, sino del mundo entero, o para la Avenida Nicanor de Obarrio (Calle 50). Endara, hombre humilde por antonomasia, e intelectual por añadidura, seguro se habría negado a ello. Sin embargo, la idea puede usarse para otro sitio. Propongo, desde aquí, el tramo vial que va del cruce de la Vía Israel, que hace esquina con la Escuela Profesional, y se adentra en Punta Pacífica. Esa avenida, que yo conozca, no tiene un nombre relevante, y cobraría prestigio si llevara el nombre de Guillermo Endara Galimany.

El funeral del ex presidente Endara nos unió en el reconocimiento de sus virtudes; igual debe unirnos en el memorial público que hagamos de él, para que esa unidad no nos fraccione ni nos impulse a eliminar de la vista de propios y extraños, sitios públicos o calles dedicadas a otros personajes de nuestra historia patria.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Rememorando Oktoberfest 1989

Transcurría el mes de octubre de 1989 cuando la Unión Católica Internacional de la Prensa (UCIP) reunió a centenares de jóvenes periodistas católicos en Ruhpolding, Alemania, pequeño pueblo de Baviera, mientras miles de alemanes orientales burlaban el cerco del Muro de Berlín. Era Oktoberfest, y se multiplicaban los hombres vestidos con sus Leverhosen y las mujeres con sus Dimdl.

Fue la primera convención de la Red de Jóvenes Periodistas, que se convocó dos años antes, en 1987. A través de anuncios en los boletines y periódicos católicos, los periodistas jóvenes de la época nos comunicamos por correo ordinario. No teníamos Internet ni e-mail, mucho menos blackberry. Apenas podíamos comunicarnos por el telefax, y para muchos países del tercer mundo africano o asiático, y algunos latinoamericanos, la única posibilidad era enviar una carta por correo postal. Aún así, casi 400 jóvenes periodistas católicos acudimos a la cita en Ruhpolding.

Recuerdo que fui de los primeros en llegar, porque el vuelo desde mi país, Panamá, me obligaba a llegar un día antes de lo previsto. En aquellos días vivíamos una crisis política muy grave, que tendría su punto culminante dos meses después, con la Invasión de los Estados Unidos a Panamá el 20 de diciembre de ese año. Al primero que encontré fue un uruguayo, cuyo nombre ya no recuerdo, en el aeropuerto de Munich. Tuve que esperar varias horas, para que pudieran recogerme junto con él y llevarnos a Ruhpolding. Mientras vagaba por el aeropuerto me llamó la atención un Mercedes Benz 500 convertible, que estaba en exhibición. Pregunté a unos trabajadores por el precio, y me respondieron: noventa mil dólares, yo contesté: ¿sólo eso? Y los hombres me dicen: Si lo puede pagar… En realidad pensé en voz alta, porque en mi país se anunciaba en USD125,000 y me llamó la atención la diferencia en el precio.

Cuando llegué a Ruhpolding, esa noche, me encontré con Joseph Chittilapilly, con quién había cruzado varias cartas. Fue un encuentro muy alegre. Al día siguiente empezaron a llegar los demás jóvenes. Gente de Uganda, Ghana, Centroáfrica, Zimbabwe, Mauritania, Madagascar, Japón, Pakistán, India, Filipinas, China, Polonia, Argentina, México, Estados Unidos, y otros países. Veníamos de más de 60 países a la cita de Ruhpolding. Ese encuentro marcaría la renovación de la UCIP.

Junto a otros 24 jóvenes, yo era de los que había ganado el premio por país. Una manera en que la UCIP reconocía el esfuerzo del periodismo católico joven, y nos facilitaba la participación en la Convención de la Red y el Congreso Mundial. La experiencia fue inolvidable, porque al finalizar el encuentro, los premiados recorrimos Alemania. Visitamos Munich, Bonn, Colonia y Berlín. La visita al santuario mariano de Altoting fue majestuosa. Medio millar de periodistas en procesión alrededor del santuario, con velas en las manos. Lo recuerdo como si fuera hoy. Ese mismo año de 1989 las peregrinaciones a Altoting cumplían 500 años de celebración.

Cuando visitamos el este de Berlín, bajo el dominio de la República Democrática Alemana, no pudimos contener nuestro asombro ante un ambiente tan tenso. Recuerdo que al pasar por el control de migración, uno de los nuestros fue llevado a un cuarto de interrogatorio. Era un joven de la India, Ignatius Gonsalves. Un rato después fue liberado. Cuando regresamos al lado oeste, nos fuimos al muro. Allí, en las riberas del río, reposaban las cruces y las flores en memoria de los que habían sido asesinados por los guardias al intentar cruzarlo. Veíamos sus torres de vigilancia, las alambradas, los perros y las patrullas. Ocho días después de nuestra despedida, caería el Muro de Berlín.

Recuerdo algunos nombres de los participantes: Marco Antonio Piva y Cleide Silva, de Brasil; María Chao y Mery Cheng, de China; Eduardo Baldeón Larrea, Ecuador; Alfredo Fernández, Argentina; Giselle Lefebvre, Estados Unidos; Leticia Soberón, España; Emmanuel Neno, Pakistán; Mutsuo Fukuyama, Japón; Elson Faxina, Brasil; Ashley D’Mello, India; Alejandro Bermúdez, Perú; Honoré Dembélé, Burkina Faso; Noel Castagnette, Islas Mauricio; Andrés Cañizales, Venezuela; Margaret Jephson, Australia; Jean Ignace Manengou, República Centroafricana; y Norma Jean Buencamino, Filipinas. También recuerdo, con mucho cariño, a Bruno Holtz, entonces secretario general de la UCIP; a Jean Marie Bruneau, presidente de la Unión; y a Gunter Mees. A todos ellos, y a otros cuyos nombres no recuerdo, pero sí sus rostros, como si fuera hoy, los llevó en mi memoria y en mi corazón.

Tampoco olvido el almuerzo en la cima de una montaña, a la que accedimos por el teleférico. Allá arriba, luego de la comida en el restaurante del lugar, hicimos una guerra de bolas de nieve. El pico nevado y nuboso contrastaba con el verde y soleado valle abajo. En otro sitio nos ofrecieron la comida típica bávara, entre los platos: alce asado. También participe en la competencia de aserrar troncos. Nunca lo había hecho, pero fui felicitado por los corpulentos alemanes que me animaron a participar. La visita a Salzburgo, igualmente, fue interesante. El personaje que hace de Arzobispo, paseándose por la calle, y la carrera por las largas escalinatas para llegar al castillo donde cenamos. Otros subieron en monorriel, lo que preferiría hacer hoy día si volviera a ir.

De todas las convenciones y los congresos de la UCIP, en los que he participado, Ruhpolding es algo especial. No sólo porque lo viví con la fuerza de la juventud, sino porque es único en la historia de la UCIP. Allí nació la Red de Periodistas Jóvenes, se realizó la Primera Convención, y reunió a tantos periodistas jóvenes de Europa, América, África, Asia, y Oceanía. Fue la caída del Muro y todo lo que significaba. Fuimos de los últimos extranjeros en pasar a Berlín Oriental. Tomamos las últimas fotografías del muro y sus guardias, de la Puerta de Brandeburgo tapiada, y, también, de los que visitamos Bonn como capital federal antes de que le devolviera este título a Berlín.

Hoy puedo decir alegre y orgulloso: ¡Yo estuve en la Primera Convención de la Red de Jóvenes Periodistas! ¡Yo estuve en Ruhpolding 1989!

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Antigua embajada americana

Con este nombre se conoce un edificio en la Avenida Balboa, que albergó la sede diplomática de los Estados Unidos de América, hasta hace poco. So pretexto de ubicar a alguna dependencia estatal, se pretende echarlo abajo y levantar un mamotreto que, supuestamente, será un edificio emblemático en el lugar.

Yo me pregunto: ¿puede construirse un edificio en el mismo lugar, que sea más emblemático que la antigua embajada de los Estados Unidos? La historia que encierra la construcción, tanto en la lucha panameña por el reconocimiento pleno de su soberanía, como por los hechos ocurridos en su interior, con alcance allende nuestras fronteras, lo colocan en un sitial envidiable para ser conservado.

Si no quiere considerarse el valor histórico del edificio, aunque, oficialmente, no haya sido declarado como tal, al menos debe tomarse en cuenta que, junto a la fachada del Hospital Santo Tomás, la casa de la embajada del Reino Unido, y la representación diplomática de Libia, son las únicas cuatro muestras de la arquitectura que una vez caracterizó a la Avenida Balboa. Todas las demás construcciones emblemáticas han sido demolidas, para darle paso a las torres de concreto y de cristal, que poca gracia arquitectónica tienen, y, como todas son parientes, muestran los rasgos genéticos de cuadratura y piquitos rojos que las distinguen.

Variadas son las voces que se alzan a favor de conservar el edificio de la antigua embajada estadounidense, pero al parecer los oídos locos están sordos. Al final, por lo que veo, impondrán su locura, pero no se librarán de la responsabilidad histórica, por asesinar de manera insensata una muestra del patrimonio arquitectónico de La Exposición y Bella Vista, tan vilipendiado en los últimos años, a causa de la ambición desmedida e irracional de quienes, en deleznable demostración de opulencia y poder, imponen su voluntad sobre el querer común.

Otro sitio emblemático que podría desaparecer, o resultar gravemente intervenido, tal como lo hemos conocido hasta ahora, es el Terraplén del Casco Antiguo. Supuestamente, la cinta costera será extendida pasándole por el frente y quitándole el mar. También se llevarán por los cachos al Muelle Fiscal, porque quieren moverlo a otro lugar dentro del área. Como aún no nos muestran una concepción o levantamiento de la obra, concluimos que arrasarán con todo, para rellenar y decorar de manera similar a la cinta costera. Otro asesinato, en que los victimarios se hacen los locos, e invocando su locura, no aceptan ser responsables del crimen aberrante que cometen contra nuestra ciudad.

Si algo de panameño les queda, corrijan el rumbo. Las entidades que quieren ubicar en el nuevo mamotreto “emblemático” de la Avenida Balboa, bien pueden mandarlas a otra parte cercana. Allí tienen, por ejemplo, los terrenos de las Rentas. La conexión con la cinta costera debe respetar el conjunto arquitectónico monumental del Casco Antiguo, en el Terraplén. Se puede construir un nuevo Muelle Fiscal, pero debe conservarse la estructura del actual, para convertirlo en un espacio público y turístico, donde se instalen los artesanos y algunos cafés o restaurantes pequeños. Ojalá, en esto, prime la cordura del sentido nacional sobre la locura del poder.

viernes, 7 de agosto de 2009

CONVERSACION ENTRE GENERACIONES

Un famoso cantante popular en los tiempos de mi padre, interpretaba una canción titulada “Conversación en tiempo de bolero”. Lo que más me llamaba la atención de la letra de la melodía era una parte que decía, “porque contigo no se puede hablar”. El intérprete se quejaba de no poder dialogar con su mujer debido a una evidente falta de entendimiento.
Igual ocurre con las distintas generaciones de la familia, cuando no se practica el diálogo. Son innumerables las veces que he tenido la oportunidad de observar discusiones familiares, o ser protagonista de ellas. Por lo general, las discusiones comienzan con el consabido “ en mi tiempo era mejor", o "no era así”, o “esta juventud está perdida”, y cosas por el estilo.
Veamos, en tono de cuento, como sería una discusión entre un joven de 14 años, su padre de 40 y su abuelo que ronda los 65. Los tres están sentados frente al televisor viendo el partido de fútbol, mientras el joven, eufórico y fanático, alardea sobre las habilidades de Messi. Su padre, ni corto ni perezoso, recuerda a Maradona, como el más grande entre los grandes. El abuelo, que todavía tiene el temple de quién toda la vida ha trabajado duro, saca a relucir, del empolvado baúl de los recuerdos, al rey Pelé. De esta forma comienza la discusión, que , después del segundo tiempo, acabará criticando la música y la manera de vestir del mozuelo.
Hijo mío, le recrimina el Padre. En mi tiempo no vestíamos esos trapos que ustedes se ponen hoy. Tampoco escuchábamos esa música estridente ni llegábamos tan tarde a casa. Ustedes son una generación pérdida. En eso, interrumpe el abuelo y dice:
Esos nombrecitos de sus conjuntos, con esas muchachitas semivestidas y esos tipos mamarrachos, no están en nada. En mi época, el Gran Combo o la Fania hubieran acabado con cualquiera de esos. El padre regresa a escena y añade, hasta en el baile están despistados. La pareja por un lado, y ustedes por el otro. La discusión avanza, hasta el punto en que la autoridad de los mayores se impone. Aquí no hay penales ni tiempo suplementario. Los padres son los padres, y punto.
El jovenzuelo se retira con el rabo entre las piernas. La venganza, como una represalia a su bisoña erudición futbolistica, se ha consumado. En su mente afloran los argumentos, que celosamente guarda en secreto. Qué puede criticar el abuelo cuando, según las anécdotas familiares, bailó bomba, twist y go-go y sé colaba en los quinceaños. Y papá…bien que movió su cuerpo al ritmo de la lambada y aún hasta suspira por mamá cuando escucha una canción de Menudo o Air Supply . Y del vestido, ni hablar. Nada tiene de diferente las faldas de medio paso que vio mi abuelo, con los pantaloncitos del tiempo de papá y las minis de mis amigas.
Realmente, sólo cambia la forma. Las películas de vaqueros se trocaron en las de guerra, después Rambo, y ahora tienen su expresión en Matrix. Los tragos y los cigarrillos son de la misma marca. Lo único que cambia son el escenario y los actores.

jueves, 23 de julio de 2009

Las nuevas multas de tránsito

El anuncio del aumento de las multas de tránsito es ineficaz para resolver el caos y el irrespeto que se da en las vías públicas. Meter miedo es una cosa; hacer sentir respeto por la ley, otra. Un incremento desmedido en el monto de las multas, sólo presagia una cosa: más coima.

La nueva titular de la Autoridad del Tránsito es trabajadora, inteligente y sensible a las sugerencias. Cuando recoja las diversas opiniones sobre su propuesta, de seguro las tomará en cuenta y reevaluará su propuesta. Aumentar de manera excesiva la sanción pecuniaria por las infracciones al reglamento de tránsito, no es la solución para el problema. La cultura y el sistema creados en este ambiente conspiran contra tal medida. Los que se creen dueños de la avenida seguirán con sus malos hábitos, porque no es la multa actual la que los hace actuar así, sino el contubernio y la complicidad de ciertos agentes y de algunas autoridades.

Si analizamos por mera observación lo que acontece en la calle, nos daremos cuenta de algunas falencias en el control que se ejerce sobre los conductores infractores. La ausencia de vigilancia es notoria. Podemos recorrer por casi una hora las avenidas principales de la ciudad, y no vemos un policía de tránsito. Cuando aparece alguno, por lo general custodia una construcción o anda a pie. El conductor infractor lo sabe, y se juega una ruleta en la que tiene más probabilidad de salir impune que ser sorprendido en la acción.

Otra situación común es la actitud de los conductores de transporte colectivo, que poco caso hacen del silbato del agente. Tienen que pitarle varias veces, para que atiendan. Cuando hay varios agentes en un operativo, entonces obedecen, pero gran parte del día andan felices y a sus anchas.

Creo que antes de subir el precio de las multas es mejor organizar la vigilancia, colocar más policías de tránsito motorizados en la calles, y dividir la ciudad por cuadrantes, para que la vigilancia sea efectiva. Si se hace cumplir la ley, los conductores irresponsables tendrán la certeza del castigo y de la presencia constante de la policía de tránsito.

De hacerse una reforma endureciendo la sanción, esta debe dirigirse a los reincidentes. A esos debe imponérseles un castigo escalonado, que los disuada de su mal comportamiento al conducir un vehículo. Las penas empezarían por lo pecuniario, para luego pasar a terapia sicológica y suspensión temporal o definitiva de la licencia de conducir. De todo esto, a lo que más le temen es a perder la licencia. Ya una vez se elevó el monto de las multas, y la cosa sigue como antes. La fiebre no está en la sábana, sino en el enfermo.

Antes de poner en vigencia la desproporcionada elevación del monto de las multas, la Autoridad de Tránsito debe sopesar el alcance que esa medida tendrá. De no hacerlo, los agentes corruptos tendrán otra razón para llevarse dinero al bolsillo, sin que se vea la solución del problema. Por otra parte, los que no han caído en la vorágine de la corrupción estarían tentados, por el negociado y el dinero fácil que promete la cultura predominante en la relación entre conductores y policías torcidos, a incurrir en la misma despreciable anomalía.

lunes, 20 de julio de 2009

Apolo XI en la Luna

Hace 40 años yo era un niño pequeño. Apenas dejaba la escuela primaria. La gran noticia de aquel año de 1969 fue el alunizaje del Apolo XI. Me asombraba ver aquella transmisión vía satélite de la TV; la primera que veía en mi vida. Los astronautas dando saltitos en la superficie lunar, cual muñequitos de juguete. La hazaña más asombrosa desde el viaje de Cristóbal Colón 477 años antes.

Neil Armstrong: jamás se me olvidó ese nombre. Yo era un niño precoz en el saber, por lo que el tema me tenía ensimismado. Unos meses antes, mientras la maestra explicaba la fotosíntesis del agua, yo me atreví a hablarle a mi clase de las células fotoeléctricas y el rayo láser. No existía la internet. Ni soñarla. Sólo libros y diccionarios, o folletos en la escuálida biblioteca escolar. Sin embargo, ya estaba yo familiarizado con el cohete Saturno V, el proyecto Géminis, las naves Apolo, y algunas cosas más antiguas de ese momento como el satélite artificial Telstar, en cuyo desarrolló trabajó el esposo de una de las hijas de mi fallecida tía Delicia.

A pesar de gustarme la ciencia, eso no era lo mío. Lo descubriría un par de años después. Mi pasión: el periodismo. Aquel gusanillo explorador de información era lo que me hacía devorar periódicos, revistas, boletines, y pegarme a los noticieros de aquella pantalla en blanco y negro, o monocromática, si se le quiere decir con caché, que constituía la televisión de entonces.

El hombre en la Luna, posándose en el Mar de la Tranquilidad a bordo del módulo lunar, que se destetaba del módulo de comando. Tres hombres: Armstrong, Buzz Aldrin, y Michael Collins. Los representantes de la raza humana en el mundo lunar. Con ese viaje se acabó aquello que la Luna era de queso, que había extraños seres habitando en ella, y algunas cosas más. Lo único que ha sobrevivido a esa aventura: la Luna de Miel. Lo demás sucumbió.

No olvidaré aquel 20 de julio de 1969. Me apresuré a salir de la escuela, para pegarme al televisor. Millones de personas alrededor del mundo fueron protagonistas, a través de la pantalla chica. De haber existido el chat, hasta nos habrían cobrado las televisoras por enviarle saludos a los astronautas. ¡Qué negociado hubiera sido!

La vuelta a la Tierra no fue menos espectacular. Otra transmisión por TV. La espera que atravesarán la zona de silencio, donde podían perderse devorados por el fuego al entrar a la atmósfera. Cuando lograron transmitir, el regocijo fue grande. Las cámaras enfocaron aquel puntito en el cielo; los paracaídas se abrieron; y la cápsula amarizó. No recuerdo ahora si fue esa la que cayó de cabeza, o fue en otra misión del programa Apolo. La emoción se centró en el rescate. Los buzos se lanzaron desde el helicóptero y abrieron la escotilla. Los astronautas salieron y fueron subidos a bordo del portaaviones. Los metieron en una cámara especial, para evitar cualquier tipo de virus o elemento extraño que pudieran haber traído a la Tierra.

Con el tiempo se exhibieron los objetos que trajeron, principalmente las muestras de roca lunar. Años después supimos que la bandera que sembraron se quemó en el despegue del módulo lunar, algunas otras cosas que estaban alrededor. Como dijera Neil Armstrong desde la Luna: fue un pequeño salto para el hombre, y un gran paso para la humanidad.

jueves, 9 de julio de 2009

Universalidad del 14 de Julio

La fiesta de Francia conocida como el Día de los Derechos del Hombre es, con mucho, una gesta que abarca a toda la humanidad. La Toma de la Bastilla, y la proclama de Libertad, Igualdad y Fraternidad, que puso fin al vasallismo francés, y al despotismo de la monarquía, se inspira en los valores más profundos del ser humano.

Es comprobada la influencia del movimiento libertario francés, que tuvo su momento cumbre en los acontecimientos del 14 de Julio. Las Tullerías, La Bastilla, el Campo de Marte, son escenarios del deseo de libertad y de igualdad que, en representación de la humanidad, hicieron patente los protagonistas de aquellos hechos. Francia es, en este sentido, el estandarte del ideal de los pueblos del mundo.

Tengo un aprecio especial por la Revolución Francesa. Me fascina. De hecho cumplí uno de mis sueños de juventud: vivir un 14 de Julio en París. Mochila a la espalda, y 14 horas en tren desde Roma a la Ciudad Luz, me llevaron a presenciar esa celebración presidida por el recién estrenado presidente francés de aquel tiempo, monsieur Francois Mitterrand.

Aquí en el patio, el 14 de Julio representó mi rebeldía contra la dictadura que gobernó a Panamá durante 21 años. Era yo un adolescente, cuando empecé a celebrar cada aniversario de la Revolución Francesa en mi barrio. Reuní algunos amigos y vecinos, y hacía la proclama de libertad y mis acostumbradas arengas contra el régimen. Por un periodo de 16 años consecutivos, se hizo costumbre este acto. Al principio, por ser yo menor de edad, la “ceremonia” duraba un par de horas, porque el toque de queda para los menores de edad regía a partir de las 8 de la noche. Un par de años después, la celebración se extendía por varias horas, y concluía a la medianoche con el canto de la Marsellesa por las calles del barrio. Huelga decir que, en más de una ocasión, tuve mis encontrones con la policía. Afortunadamente, no paré en la cárcel. Una que otra vez nos dispersaban, y nos perdíamos por los zaguanes y callejones, para salir al otro lado de la calle y continuar reclamando el fin de la dictadura.

Una de las frases lapidarias, cuando nos acosaba la policía, era la de Mirabeu: “estamos aquí por la voluntad del pueblo, y sólo nos sacarán por la fuerza de las bayonetas”, la que gritaba yo a buen recaudo, en algún cuarto o vivienda de quienes me refugiaban, seguido por el coro de mis “huestes revolucionarias”.

Quizá esta historia, anónima para muchos, no tuvo alcance nacional; pero, en el barrio, tuvo un impacto profundo entre los que eran jóvenes como yo, y, a través de nosotros, en aquellos adultos que veían en esta rebeldía la esperanza de recuperar la democracia en Panamá. Quiero recordar algunos de los que me acompañaron, por tantos años, en ese acto civilista en el barrio. A “Solo un Ojo”, “Mamicho”, “Pescao”, “El Champ”, “Chano Pozo”, “El Gran Danés”, “Pita”, “Pifia”, gracias por apoyarme en mi locura. A las “viejas” que me abrieron las puertas de sus cuartos, para darme refugio. Gracias. Y a todos los demás, mil gracias.
¡Vive La France! ¡Vive la Liberté! ¡Vive les droites de l’homme! ¡Vive l’humanité!

lunes, 6 de julio de 2009

Caballeros de la política

La visita de diversos personajes políticos al ex presidente Guillermo Endara, en su lecho de enfermo, es una muestra de que no todo está perdido en nuestra sociedad política. Personajes opositores al partidismo del ex mandatario, desfilaron para ofrecerle su respeto y desearle pronto restablecimiento.

Si esa caballerosidad se mostrara más a menudo en el comportamiento de nuestra clase política, quizá tendríamos menos escándalos y mejor ambiente en la relación interpartidaria. Es algo que nos hace falta, para edificar el ejercicio de la política en nuestro medio. Figuras como Ricardo Arias Calderón y Arístides Royo, quienes han demostrado decencia y educación en su actuar político, visitaron a Endara, en un gesto significativo. Ambos, en su momento, tuvieron sus divergencias con el enfermo. Su visita, en la actualidad, ni les suma ni les resta votos o simpatías electorales, porque ya están alejados de dichos menesteres; lo que nos hace pensar en la sinceridad de su visita.

Otras figuras, también, se apersonaron al hospital donde está recluido Guillermo Endara. El ex presidente Ernesto Pérez Balladares; el actual presidente, Ricardo Martinelli; y el presidente saliente, Martín Torrijos. De este último, igual, debo destacar sus buenas maneras y sencillez. No juzgo, y aclaro, la gestión presidencial o de hombre público de ninguno. En su momento, cuando estuvieron al frente de sus cargos, lo hice con toda libertad. Nunca busque ni pedí que me dieran un puesto, o una botella, o algún favor que me acomodara. Menos pedí dinero. ¡Líbreme Dios! A cada uno de ellos les he dicho lo que pienso, sin adulación ni hipocresía. Excepto a Royo, a los demás les he dicho, frente a frente, mi opinión con respecto a las circunstancias que nos han hecho encontrarnos. Pero a todos, sin excepción, les critiqué en mis escritos.

Con la violencia verbal y el ataque personalizado que observamos en la reciente campaña electoral, el gesto de estos hombres que menciono se convierte en un acto digno de imitar. La caballerosidad, la decencia, la tolerancia, la honestidad y el buen actuar, es lo que espero de los funcionarios que ahora asumen la conducción del país. De su ejemplo depende que sus simpatizantes los emulen. Según sea el personaje que gobierna o dirige, así serán sus seguidores. Que la buena conducta sea incluida en el cambio que se nos ha prometido, porque en la campaña estuvo ausente en el proceder de algunos.

Deseo pronto restablecimiento al ex presidente Endara, si es la voluntad de Dios. Que, recíprocamente, corresponda a la caballerosidad que ha recibido en su cama de doliente. Que recupere aquel carácter afable y trato exquisito, cuando lo veía atravesar, hace años, la Plaza de Porras, al salir de su bufete. Así me gustaría volverlo a ver. Y lo dice alguien con quien polemizó públicamente, y que siempre le respetó su investidura presidencial, al punto de esperar la terminación de su mandato para responderle, de ciudadano a ciudadano, algunos de sus señalamientos.


La visita de diversos personajes políticos al ex presidente Guillermo Endara, en su lecho de enfermo, es una muestra de que no todo está perdido en nuestra sociedad política. Personajes opositores al partidismo del ex mandatario, desfilaron para ofrecerle su respeto y desearle pronto restablecimiento.

Si esa caballerosidad se mostrara más a menudo en el comportamiento de nuestra clase política, quizá tendríamos menos escándalos y mejor ambiente en la relación interpartidaria. Es algo que nos hace falta, para edificar el ejercicio de la política en nuestro medio. Figuras como Ricardo Arias Calderón y Arístides Royo, quienes han demostrado decencia y educación en su actuar político, visitaron a Endara, en un gesto significativo. Ambos, en su momento, tuvieron sus divergencias con el enfermo. Su visita, en la actualidad, ni les suma ni les resta votos o simpatías electorales, porque ya están alejados de dichos menesteres; lo que nos hace pensar en la sinceridad de su visita.

Otras figuras, también, se apersonaron al hospital donde está recluido Guillermo Endara. El ex presidente Ernesto Pérez Balladares; el actual presidente, Ricardo Martinelli; y el presidente saliente, Martín Torrijos. De este último, igual, debo destacar sus buenas maneras y sencillez. No juzgo, y aclaro, la gestión presidencial o de hombre público de ninguno. En su momento, cuando estuvieron al frente de sus cargos, lo hice con toda libertad. Nunca busque ni pedí que me dieran un puesto, o una botella, o algún favor que me acomodara. Menos pedí dinero. ¡Líbreme Dios! A cada uno de ellos les he dicho lo que pienso, sin adulación ni hipocresía. Excepto a Royo, a los demás les he dicho, frente a frente, mi opinión con respecto a las circunstancias que nos han hecho encontrarnos. Pero a todos, sin excepción, les critiqué en mis escritos.

Con la violencia verbal y el ataque personalizado que observamos en la reciente campaña electoral, el gesto de estos hombres que menciono se convierte en un acto digno de imitar. La caballerosidad, la decencia, la tolerancia, la honestidad y el buen actuar, es lo que espero de los funcionarios que ahora asumen la conducción del país. De su ejemplo depende que sus simpatizantes los emulen. Según sea el personaje que gobierna o dirige, así serán sus seguidores. Que la buena conducta sea incluida en el cambio que se nos ha prometido, porque en la campaña estuvo ausente en el proceder de algunos.

Deseo pronto restablecimiento al ex presidente Endara, si es la voluntad de Dios. Que, recíprocamente, corresponda a la caballerosidad que ha recibido en su cama de doliente. Que recupere aquel carácter afable y trato exquisito, cuando lo veía atravesar, hace años, la Plaza de Porras, al salir de su bufete. Así me gustaría volverlo a ver. Y lo dice alguien con quien polemizó públicamente, y que siempre le respetó su investidura presidencial, al punto de esperar la terminación de su mandato para responderle, de ciudadano a ciudadano, algunos de sus señalamientos.

lunes, 22 de junio de 2009

La esperanza de cambio

A pocos días de la transmisión de mando gubernamental, el pueblo espera el anhelado cambio que, lustro tras lustro, se le promete y no llega. Yo también espero que las cosas cambien, aunque mi optimismo, en este caso, no es tan grande, por lo que he visto antes y después de las elecciones.

En los años de lucha contra la dictadura, una cosa estuvo clara en cuanto al cambio: recobrar la democracia. Después de la invasión, salvo el compromiso plasmado en la Agenda de Reconstrucción Civilista, el concepto de cambio da tumbos aquí, allá y acullá. Cada candidato tiene su propia concepción del cambio que debe producirse en el país. No hay unidad de criterio en este tema. Pareciera que estamos ante la encrucijada del cambio que quiere el partido que gana, y el cambio que anhela el pueblo.

Tanto en la década pasada como en la que transcurre, los esfuerzos por lograr el consenso por el cambio se han malogrado. Los encuentros de Bambito, Coronado, y la reciente Concertación Nacional, se han disipado como el humo. Del fuego que encendió el entusiasmo por darnos un plan de desarrollo nacional, sólo queda la añoranza.

Si algún cambio se produce dependerá, mas bien, de la iniciativa de algún funcionario o funcionaria, que maneje con seriedad y dedicación aquella parcela política que se le confíe. En las manos de esas personas estará la posibilidad real de cambiar las cosas; pero, como sabemos, no todos los designados son aptos para asumir el reto de gobernar el país.

Otro elemento que me hace dudar de un cambio radical es la población nuestra, que poco se interesa por hacer la diferencia en la vida nacional, porque no se convence que el punto de partida es la propia persona y su entorno cercano. Nos hemos dejado vencer por la mentalidad dependiente, que nos impulsa a esperar el cambio desde afuera de nuestro entorno, o de la mano de la autoridad. Ninguna propuesta al respecto he visto en el discurso de los nuevos gobernantes, y así no vamos a ningún sitio, lo que augura que nos quedaremos como estamos.

Hace poco me preguntaban unos colegas sobre mi expectativa en la gestión del nuevo gobierno. Les respondí que no veía cambio inminente, porque los elegidos poco o nada de diferente demuestran hasta ahora con respecto a los que se van.

¿Quiere usted saber como será la gestión de los nuevos funcionarios? Visite sus casas y sus negocios. Así como hacen con su hogar y sus empresas, también harán con el cargo que se les confíe. Si la casa está descuidada y es un desorden, la institución que tenga a su cargo correrá la misma suerte. Y si sus negocios andan manga por hombro, el personal infeliz por el trato que recibe, y la atención al público es pobre y de mala gana, igual sucederá con la parte del gobierno que le toca controlar.

Da pena decirlo, pero eso es lo que veo en el horizonte. La esperanza de cambio está en nosotros, como personas y como sociedad, y no esperemos que un político haga se cambio por nosotros. Todos a una, si lo queremos lograr, desde la posición que tenemos, porque: los gobiernos pasan, y los pueblos quedan.

martes, 16 de junio de 2009

Quien tenga oídos, que oiga

Resulta asombroso el planteamiento de algunas personas que achacan a la Iglesia Católica la incidencia o el aumento del VIH/SIDA, porque sus argumentos no encajan en lo razonable. Lo único evidente es su animadversión hacia el catolicismo, no así su seriedad en cuanto al tratamiento del tema.

La argumentación principal de aquellas es el rechazo de la Iglesia al uso del condón, y mezclan el contagio con el control natal. Fuera de su ataque y falsa acusación, poco o nada aportan para demostrar la validez de su argumento. El ejemplo más reciente es la visita del Papa al continente africano, en la que la referencia al tema vino a ser uno de los tantos puntos que el Santo Padre tocó en sus declaraciones a la prensa y sus discursos. De la gran cantidad de problemas que sufre África, y a los que hizo referencia el Sumo Pontífice, sólo las palabras que dijo en el vuelo hacia tierras africanas ocuparon, por varias semanas, la atención de los medios de comunicación y de algunos gobiernos; entre ellos los que, con su política económica, son actores en la pauperización de los pueblos africanos.

En los inmerecidos ataques a la Iglesia hay cosas tan absurdas como decir que si Lugo, presidente paraguayo, hubiera usado condón, no habría embarazado a varias mujeres. Según los que así piensan, la causa de ese asunto es la oposición de la Iglesia al uso del condón. ¡Que ridiculez! Acaso no ven que el asunto fue con varias mujeres, que se inició cuando la mayoría de ellas era menor de edad, y que el perpetrador tenía el suficiente nivel de instrucción para saber cómo se reproduce el ser humano. Aquí, por mucho que lo quieran decir, el caso no se da por el uso o no del condón, sino por la actitud de Lugo.

Otro caso que se menciona, porque está de moda, es el del padre Alberto Cutié. En este ejemplo, además del ataque al celibato, se suma su salto a las toldas episcopalianas. Según los detractores de la Iglesia Católica, el celibato empuja a la feligresía a cambiar de religión. La realidad es otra: ninguna de las iglesias cristianas ecuménicas, que liberan del voto del celibato a sus ministros, ha visto aumentar significativamente su membresía porque no se exige ser célibe, porque ordena mujeres como sacerdotes u obispos, porque no condena el uso del condón, o porque ordena ministros homosexuales. El argumento, ante esta realidad, se derrumba.

Como dato adicional, el paso del padre Alberto implica a uno solo frente al hecho. Cuando la Iglesia Episcopal decidió darle el orden episcopal, a las mujeres, alrededor de 400 de sus sacerdotes pidieron ingresar a la Iglesia Católica; cuando ordenaron un obispo homosexual, cerca de 11 de sus obispos y 700 sacerdotes de esa denominación pidieron cambiarse a la Iglesia Católica.

Frente a los ataques que recibe la Iglesia, nuestro discernimiento debe ser mayor. Con el cuento de lo moderno, sus detractores intentan confundirnos. No somos una empresa que depende de la cuota de participación de mercado, para cambiar constantemente el producto. Nuestra prédica es una, y basta que haya 2 ó 3 reunidos en el nombre de Jesucristo, para que la Iglesia exista. Y una cosa está clara: los que adversan a la Iglesia Católica tienen ojos y no ven; oídos y no oyen. Quien tenga ojos, pues, que vea; quien tenga oídos, que oiga.

viernes, 5 de junio de 2009

Las raíces de la corrupción

Dice el refrán que el poder corrompe y que todo hombre tiene su precio. Resultan ciertas esas palabras, pero no es lo único que corrompe al ser humano. La mayoría de los corruptos, ningún poder significativo detenta. La corrupción, entonces, tiene otras raíces.

La corruptibilidad humana está ligada al provecho que podemos sacar de hechos y situaciones, se traduzca o no en dinero. El denominador común es el camino fácil, para obtener lo que costaría más esfuerzo lograr. Veamos algunos ejemplos:

En las calles y avenidas un número importante de conductores hace giros prohibidos, a pesar de las señales de tránsito. Otros se colocan en el carril de giro a la derecha, para seguir de frente, sin inmutarse ante la protesta a bocinazos del que viene detrás. El cara dura se queda allí, bloqueando el paso, sin empacho alguno.

Un grupo de individuos se apodera de una zona aledaña a un sitio muy concurrido, se instala en el lugar, y decide cobrar por el servicio de “bien cuidao”. La mayoría de los “clientes” no tiene más remedio que ceder al chantaje, so riesgo de daño a su vehículo, ultraje o maltrato a su persona.

A casa llega un niño con un artículo, que, evidentemente no es de él ni le han dado en casa. Al preguntarle sobre su procedencia, si es que le preguntan, dice que se lo encontró. Allí queda todo. Con más frecuencia seguirá encontrándose cosas, hasta convertirse en un mozalbete dichoso, que hoy se encuentra un televisor, mañana un fajo de dinero, y más adelante una pistola. Como la mayoría en casa se beneficia de la “buena suerte” del muchacho, ya ni le interesa preguntarle de donde provienen los objetos.

También casos similares ocurren en las oficinas, las que se convierten en proveedoras de lápices, bolígrafos, resmas de papel, fotocopias, y cualquier otra cosa que, entre pellizcos y pequeñas cantidades, van a satisfacer las necesidades de estudiantes, asociaciones, amigos y otros necesitados de tales bienes.

Muchas de esas actitudes crean la cultura de la corrupción. Lo que parece insignificante, se convierte en algo grande. Si pudiéramos rastrear el currículo de los políticos, en ese sentido, nos daríamos cuenta que su escuela de corrupción ha sido aquello que considera “normal” en su vida, en su familia, en su trabajo, y en su círculo de amigos y copartidarios.

Por todos los lados la sociedad es atacada por la corrupción. El escandaloso que llega al estacionamiento del condominio con su carro ruidoso, o su aparato de música. El vecino bullanguero que desde su casa mortifica al resto, con el ruido excesivo. Aquel que lava su carro y deja la manguera chorreando, inundando el portal ajeno. El que se estaciona donde no debe, o lo hace ocupando dos lugares, o bloquea el paso a otro.
Todos esos son signos de corrupción moral, que después llevan a males peores. Allí, en esas prácticas, están hincadas las raíces de la corrupción social que padecemos. Si no la erradicamos, desde las estructuras privada, civil y política, la corrupción seguirá gozando de buena salud.

viernes, 29 de mayo de 2009

El patrimonio histórico y natural

Panamá tiene un patrimonio natural e histórico muy rico, que es muy poco apreciado por los nacionales. Quizá por eso, algunos capitalistas ávidos de más dinero, lo depredan y destruyen sin piedad, sólo con el avieso fin de enriquecerse.

Conjuntos monumentales, sitios históricos, edificios, selvas, ríos y playas, sucumben ante la avaricia de los desalmados. Que traen progreso, nos dicen; pero lo que vemos es ruina, después de que pasan. Son como aquel guerrero del lejano Oriente, a quien se le atribuye la siguiente frase: “por donde pisa mi caballo, no crece la hierba”. Pero, al menos, Atila el huno era bárbaro, en una época de bárbaros; pero estos nuevos vándalos, no tienen excusa, porque se supone que viven en un mundo ahora civilizado.

Atroz es el daño que se inflige al Casco Antiguo, porque más de un bellaco quiere hacer millones, sin importarle un comino la historia ni la ley. Lo que supuestamente es el atractivo de su “negocio”, lo destruye indolentemente. ¡Vaya empresario! Lo mismo ocurre con los manglares adyacentes al Corredor Sur, refugio de aves y otros animales silvestres, que se destruye para levantar mansiones y construir un campo en el que algunos dispendiadores de fortuna, matarán el tiempo metiendo una pelotita en un hoyo.

Ni los adefesios que se erigen en Bella Vista, barrio asesinado arquitectonicamente, ni los palacetes que se construyen en el Casco Viejo disfrazados de estilo colonial, ni los campos de golf diseñados por famosos golfistas, son más bellos que las edificaciones originales o la naturaleza viva en el manglar. ¿Por qué destruir, cuando se puede conservar? ¿Acaso no les da el ingenio para armonizar lo histórico y lo natural, con el desarrollo de un negocio? Quizá haya que reenfocar la forma en que se llenará la caja registradora, con la plusvalía que puede generar la valorización futura y la conservación, pero ese intento bien puede redimir, con creces, el sacrificio inicial.

Frente a tanto abuso y aparente impunidad, la comunidad despierta; las voces se levantan; y las acciones civiles se multiplican. Autoridades y capitalistas depredadores están en la mira, y sus bellaquerías poco a poco son puestas al descubierto. Así como en un tiempo surgió la Asociación Panameña de Crédito, para detectar a los malapagas y proteger al empresario de los avivatos, también surgirá, y espero que muy pronto, una asociación que lleve un registro de los depredadores de nuestro patrimonio histórico y natural, para protegernos de ellos. Que se sepa quiénes son, y que esta información se comparta con el resto del mundo, dentro y fuera de nuestras fronteras.

La conservación y la protección de nuestros patrimonios natural, histórico y cultural es asunto de todos. Si asumimos esta tarea como un deber cívico, contribuiremos a salvaguardar la creación que Dios, con su poder, y el hombre, con su talento, han hecho para hacer la vida humana más agradable y bella.

jueves, 21 de mayo de 2009

Nos dejaron sin plata

Desde que tengo uso de razón, en cada cambio de gobierno el entrante se queja que el saliente no le dejó plata. Parece ser una regla política, que no tiene “acabadero”. Por estos días volvemos a escuchar ese canto, lo que indica que poco cambio veremos en ese sentido.

Antes de continuar debo aclarar, o más bien recordar, porque lo escribí antes de las elecciones, que ni me declaré loco, ni cholo, ni chocho. A ninguno le di mi voto, porque ninguno era de mi preferencia para el cargo presidencial. Así que nada me une ni me mueve a odiar a quien ganó, o a quienes perdieron; ni tengo razón para defender ni justificar las acciones de ninguna de las partes.

Cuando Marco Robles terminó su presidencia, le dijeron que hasta las vajillas de Palacio se llevó. Yo era un niño de primaria, pero recuerdo algunas cosas y hechos, aunque no los haya comprendido del todo. Fueron las elecciones de 1968. Mucha convulsión, disparos, robo de urnas, disturbios. Mucha arenga en la radio y acusaciones de toda clase. Alegría desbordante cuando Arnulfo Arias se “sentó en la silla”. A los pocos días, ya no teníamos presidente. Muy pocos alumnos llegamos a la escuela aquel día del golpe; quizá porque antes, la escuela siempre quedaba cerca de la casa de uno. La Guardia Nacional en la calle, armada hasta los dientes. Se hablaba bajito, como para que no supieran que se estaba en contra de la “tumbada de Arnulfo”. Después, los largos años de dictadura, y la lucha juvenil desde la escuela secundaria, hasta la invasión de 1989. La metamorfosis de “hijo predilecto” a “sedicioso”.

Al subir Guillermo Endara, todos sabíamos que el país estaba sin plata. Mucho desempleo, empresas quebradas o descapitalizadas, exiliados, golpeados, perseguidos, arruinados. Los billetes apenas podían tocarse, porque se deshacían en las manos. Cuentas bancarias restringidas a un retiro de 25%. Nada comparable a lo de hoy. Pero Endara no se quejó; trabajó. Ese sí que no tenía plata, pero no se quejó. ¿Por qué se quejan los que suben ahora?

Otro que no escuché quejarse por plata fue Ernesto Pérez Balladares. El Toro le dio continuidad a muchos de los proyectos que dejó Endara, aunque si culpó al gobierno de éste de otros males.

Mireya Moscoso se quejó que el Toro no le dejó plata, y que se la había gastado en obras públicas, que estaban mal hechas. Cuando subió Martín Torrijos, también éste se quejó que Mireya no le dejó dinero. Le recriminó que inauguró obras sin concluir. Ahora que se va, los ministros designados por Ricardo Martinelli, se quejan que no le dejan plata. También hay quejas sobre las obras que avanzan a tambor batiente, para inaugurarse rápido.

¿Qué ha cambiado de nuestra política? ¿De nuestra clase partidista? Repito, por ninguno voté para presidente, pero espero que el gobierno, como institución, se dediqué a trabajar y no a quejarse. Al fin y al cabo fue elegido para cambiar las cosas; y, con plata o no, tiene que cumplir sus promesas. Está por empezar y poco podemos decir ahora; pero, en un par de años, cuando los locos recuperen la cordura, aplaudirán o empezarán a pasar factura. Entonces, posiblemente, los cuerdos volveremos a ser más.

martes, 19 de mayo de 2009

El celibato sacerdotal

Una vez más el tema es traído al debate público, y atacado con fuerza por algunos que no comprenden el compromiso, el alcance y el sentido de este requisito de la Iglesia Católica para sus ministros. No es un asunto de sexualidad, sino de fe. Allí está el error de quienes lo atacan.

A lo largo de dos milenios la Iglesia ha sido atacada por quienes no comparten la fe cristiana. Reyes, emperadores, autoridades religiosas de otros credos, poderosos de todo tipo, personas particulares. De todas partes ha venido ese ataque, que persiste hasta hoy. El modo de vivir de los cristianos, aunque es abierto, produce en otros la animadversión y el odio, por el simple hecho de contrariar la mentalidad y la manera de vivir del mundo.

La Iglesia está a favor de la unión del hombre y la mujer, bajo la fidelidad y la castidad de la vida conyugal. Un hombre para una mujer; una sola mujer para un hombre. Ambos tienen la responsabilidad de amarse mutuamente, formar familia, y cuidar y educar responsablemente a los hijos que Dios les dé. Sin embargo, para el sacerdote, la renuncia a la unión conyugal y a los bienes del mundo, es un compromiso que nace de la libre elección que, por la vocación, le conduce a abandonar todo aquello, para vivir, plenamente, el amor a Dios y al prójimo, sin ataduras ni afectos que se lo impida.

Por eso, la vida célibe del sacerdote es imposible de comprender, si se piensa fuera de la donación amorosa del hombre que decide, a semejanza de Jesús, renunciar a todo lo que un varón ansía como parte de su naturaleza carnal. No es pues una cuestión biológica o emocional, sino espiritual. Es fe; no sexualidad.

Lejos está la Iglesia de negar la naturaleza del hombre, de actuar con incomprensión hacia él, y de imponer un voto de celibato a quien no lo quiera sinceramente. Largos años pasa el aspirante al sacerdocio, para discernir sobre ése y otros compromisos inherentes al ministerio sacerdotal. No es algo que se produce a la ligera, ni que encadena o subyuga en contra de la voluntad de quien elige el sacerdocio. Pero, eso sí, hay reglas y procedimientos para dispensar del celibato a quien, con válida razón, pruebe que le resulta imposible seguir guardando el celibato.

Muchos son los sacerdotes que han recibido la dispensa del celibato, sin renegar de la fe o declararse en rebeldía contra la Iglesia. Se han sometido a las leyes de la Iglesia, para tal efecto; han esperado el tiempo necesario para recibirla; y continúan siendo fieles a la Iglesia viviendo en comunión con ella. Por el contrario, quienes optan por camino fácil o rápido de irse al hecho, por el impulso y la emoción, sufren las consecuencias de tan insensato y apresurado acto. Es un camino ancho, comparado con el otro, que lleva a la perdición y al innecesario sufrimiento que bien pudo evitarse, si el afectado se somete a lo que manda la Santa Madre Iglesia que, en su magisterio, sólo busca el bien de sus hijos.

viernes, 8 de mayo de 2009

La zapatilla, la lata y el maletín

En los meses recientes esos tres artículos se han hecho populares, y han despertado el interés y la curiosidad de la gente. Tan populares se han hecho, que donde asomaba uno la cabeza, allí estaban. Tanto los mencionaron, que perdí la cuenta de las veces que escuché de ellos. Cuando veía la publicidad de los útiles escolares, allí aparecían los maletines. Grande era la cantidad, que hasta las entidades gubernamentales y las empresas, las obsequiaban llenas de cuadernos y lápices. Los almacenes de calzados sacaban todos los estilos de zapatillas, para las clases de gimnasia y, también, para los paseos veraniegos. De todos los estilos y colores se ofrecían, con la promesa de acomodarlas en cualquier pie y el uso para toda ocasión. Zapatillas para caminar, correr, jugar y presumir. De tela, de cuero, de vinilo. Zapatillas para todos los gustos y presupuesto. Hasta se podía sacar ventaja, al jugar a la lata con ellas. Zapatilla, lata y maletín van juntos en muchas ocasiones. Los partidos de birria, el fin de semana, ponen de manifiesto lo que digo. En el maletín, la vestimenta y los implementos deportivos. En la hielera, cualquier cantidad de latas. Las hay de soda, de jugo, de cerveza, de cuba libre, de malta y de maltín, y de otras bebidas. Completa el trío las zapatillas; ya sea para jugar, o sólo para presumirlas. Nunca faltan. Los sábados, cuando salen de trabajar los obreros, los ve uno con su maletín al hombro y calzados con sus zapatillas de marca, en pos de una lata de cerveza. Los más sedientos hasta la encargan y salen con ella de la mano. Es un trío que va de aquí para allá, en la capital o el interior. Zapatilla, lata y maletín, juntitos se marchan al pindín. El panameño moderno parece haber adoptado esta tripleta. El viernes se ha convertido en día informal en múltiples oficinas, y se llega a trabajar en suéter y zapatillas. Los que toman la tarde para ejercitarse en el parque o el gimnasio, las transportan en un maletín durante el resto de los días. Los que acostumbran a reunirse al final de la jornada semanal, se echan su maletín al hombro y, orondos y bien enzapatillados, llegan al bar y, entre lata y lata, comentan del acontecer cotidiano. Dicen que las zapatillas son prácticas y cómodas; pero eso no se cumple en todos los casos. Un tío de mi mamá, que tenía juanetes, les abría huecos por los lados internos del pie, para que no lo torturaran. Un muchacho del barrio se paseaba con un maletín, todas las tardes, hasta que le descubrieron que dentro llevaba los objetos malhabidos que hurtaba de las casas donde lo dejaban entrar. Y el vecino que trabajaba como “bar tender” en los bailes populares, siempre traía una colección de latas de soda y cerveza, que el domingo repartía entre los inquilinos de la vecindad. Tan alto han llegado la zapatilla, la lata y el maletín, que hasta han alcanzado fama más allá del conglomerado popular, convirtiéndose en venerados productos del entorno político; aunque, en esto, han sido dicha para unos, y desdicha para otros.

miércoles, 29 de abril de 2009

Reacción contra el Papa Benedicto XVI por el SIDA

Las declaraciones del Santo Padre en relación con el tratamiento del SIDA en África han provocado reacciones desproporcionados, por parte de algunos líderes políticos y activistas de la sociedad civil de Europa, que, poco informados, se han apresurado a injuriar al Papa y a condenarlo por sus palabras.

Si algo resulta evidente en este caso es, sin equivocación, la manipulación informativa de algunos grandes medios, que, comúnmente, atacan a la Iglesia Católica. Algunos, incluso, llegaron a afirmar que las palabras del Papa fueron pronunciadas en alguno de sus discursos en suelo africano. La realidad es otra: Benedicto XVI respondió a las preguntas de los periodistas que lo acompañaban en el avión rumbo a Camerún. Al escuchar las grabaciones, también se confirma que la respuesta del Santo Padre fue tergiversada, con la cita sesgada y la omisión del resto de las ideas expresadas por él, que sacaron de contexto lo dicho por Su Santidad.

En sus respuestas, el Papa Benedicto XVI explicó que la labor de la Iglesia Católica en la lucha contra el SIDA es esencial, y mencionó el doble esfuerzo que la Iglesia en África realiza en ese sentido. Dicho en sus palabras, fue así: "una humanización de la sexualidad, es decir una renovación espiritual y humana que lleve consigo un nuevo modo de comportarse el uno con el otro, y segundo, una verdadera amistad también y sobre todo con los que sufren".

Según la versión oficial de la entrevista concedida por el Papa a los periodistas que viajaban en el avión, cuando se le preguntó sobre la supuesta "ineficacia e irrealidad" de la lucha contra el SIDA por parte de la Iglesia, el Santo Padre dijo: "yo diría lo contrario: pienso que la realidad más eficiente, más presente ante la lucha contra el SIDA es algo propio de la Iglesia Católica, con sus movimientos, con sus distintas realidades". Y añadió, ante la insistencia del tema por parte de los periodistas, que “no se puede superar este problema del SIDA solo con slogans publicitarios. Si no existe el ánimo, si los africanos no se ayudan, no se puede resolver el flagelo con la distribución de preservativos: al contrario, el riesgo que se corre es el de aumentar el problema", y que "la solución puede encontrarse solamente en un doble esfuerzo: el primero consiste en una humanización de la sexualidad, es decir una renovación espiritual y humana que lleve consigo un nuevo modo de comportarse el uno con el otro, y segundo, una verdadera amistad también y sobre todo con los que sufren, la disponibilidad, también con sacrificios, con renuncias personales, para estar con los sufrientes".

Esa fue la respuesta del Papa Benedicto XVI, y que provocó tanto revuelo y tanto desatino, por parte de algunos personajes; incluidos los del patio, que se desbocaron basándose en lo que transmitieron las agencias y los medios de noticia, en vez de consultar la versión original, disponible en el portal de la Santa Sede y otros que reaccionaron ante los ataques, reproduciendo la información de primera mano.

martes, 21 de abril de 2009

Cara de tontos

Indigna ver con que desfachatez algunos personajes hacen declaraciones por los medios, por medio de un trabalenguas o un juego de palabras, en el que dicen y desdicen al mismo tiempo. Es el acto de hablar mucho y decir poco, en donde la jeringonza es bien entendida por el verdadero receptor del mensaje, pero ignorada por el resto de la gente común.

Tanto aquellos como algunos medios que le hacen eco, nos han visto la cara de tontos; o, al menos, eso es lo que piensan ellos. Todo en medio de una lucha por el poder, en la que algunos antes se odiaban y hoy se quieren; se mordían y arañaban, y ahora se besan y se abrazan. Y el juego de otros que cuando comían de la pera, no hablaban de ella, y ahora hablan más que un papagayo o una cotorra.

Dice uno de aquellos que nació panameño, pero el éxodo lo hizo gringo. Que se hizo gringo bajo juramento y renuncia expresa de su ciudadanía, pero le bastó volver a suelo patrio, para que el aire y el polvo del terruño lo hicieran ciudadano de nuevo y en pleno goce de sus derechos. El otro jura y perjura que no recibió un maletín, pero ya no dicen que fue el sino su “viejo”. Y si fuera el viejo, por supuesto que no fue el joven. Hasta el detector de mentiras fallaría si ése fuera el caso. Por el momento, de los detalles de aquestos hechos se conoce sólo lo que se nos ha querido revelar. Y así como en el concurso de baile la culpa de no saber bailar la tenía el Anticristo, ahora la culpa de ser o no ciudadano la tienen Caifás y Poncio Pilato. Y así como se piensa que los hijos no cargan con la culpa de los padres, igual alguno dirá que tampoco tienen por qué cargar con el maletín de sus padres. Yo no fui, fue teté.

Otros dicen que vieron, pero al mismo tiempo no vieron. Los mismitos guardaespaldas del colombiano Moñudo. Uno dice que no asegura que entró un maletín, ni asegura que dejó de entrar. En otras palabras, no reparó en un maletín con rueditas donde se transportaría un millón. Mas al salir, el maletín le llamó la atención. Al menos en las películas, que en su mayoría son hechos ficticios, los guardaespaldas requisan a quienes van a verse con un personaje “importante”, o notan algún bulto que parezca un arma. ¿Cuántos revólveres o pistolas caben en un maletín que puede contener un millón de dólares? No me explico que clase de guardaespaldas eran los de Murcia, que no vieron entrar un maletín que se transporta arrastrándolo. Tampoco se notaría un perro chihuahua o un san bernardo, si uno no quiere verlo. Hombres entrenados para resguardar la vida del presidente de la república, los ministros y personajes importantes, que no repararon en un maletín a la entrada de la suite del que supuestamente cuidaban. ¿Quiénes creerán que somos? ¿Acaso unos tarados que se comen el cuento del no vi, ni oí, ni hablé antes pero sí ahora? A otro perro con ese hueso, o a alguno que no tenga seso.

Tampoco falta la fábula del socio del mechudo Murcia. El "empresario" brasileño. De haber sido un hombre honrado, allí mismo habría dejado de ser socio del moñudo, cuando le confesó que le daba un par de millones a un político que está en plena campaña. Pero, no. Se quedó con el socio y ahora que está preso, lo traicionó.

Mentira o verdad; cuento o hecho real: nada me hace pensar que haya sinceridad en lo que dicen los guardaespaldas y el socio de Murcia. Mientras estaban en la buena con el moñudo, todos calladitos. Cayó en desgracia y comenzó a salpicar lodo a diestra y siniestro, y ahora todos hablan hasta por los codos. Y en ese hablar, para conseguir sus fines, nos quieren ver la cara de tontos. Ojalá y le abrieran un proceso a todos. Tanto a los que hablan como a los que son mencionados, porque todos mamaron de la misma teta. Y tan culpable es quien mata la vaca, como el que le hala la pata.

El asunto es un descaro evidente. Ahora veo que no me equivoqué al pensar, aún antes de este cuento del moñudo y los maletines, que ninguno de los candidatos más publicitados y gastadores de plata merecían mi voto. Si es por mí, bien podrían despedirse del cargo al que aspiran.

miércoles, 8 de abril de 2009

Retrospectiva pascual

A menudo me pongo a pensar cómo sería el tiempo en que vivió Jesús, en medio de la esperanza de Israel y el dominio romano. Muy dura ha debido ser la vida para el pueblo, entre la clase privilegiada de su nación y el aplastante poderío del invasor. Oprimido por propios y extraños, el habitante común de Judea y Galilea sufría los rigores de la presión de los poderosos.

Dentro de lo insoportable de la situación, aparece Jesús con el anuncio de la Buena Nueva para Israel: el Señor venía a liberarlos. El mensaje de Jesús, fundamentado en la fe y en la actitud de vida de quien elige hacer la voluntad de Dios, era interpretado de diversa manera por sus interlocutores. Los príncipes de los sacerdotes y los jefes de los partidos fariseo y saduceo, esperaban la restauración del reino con la expulsión romana y el reconocimiento de sus méritos como cumplidores de la ley; en cambio, lo que recibieron fue la condena por parte de Cristo a causa de la explotación y el desprecio que hacían al pueblo desvalido. Para los pobres, la cuestión era distinta: el lenguaje de Jesús, duro para los poderosos, resultaba esperanzador para los desposeídos. Los gentiles, por su parte, se mofaban o creían, según la medida de su corazón.

Luego de tres años de revolucionar la mentalidad de los habitantes de la región, creyentes y paganos, y tras los milagros y los portentos que lo ubicaban como un profeta poderoso en obras, o como el Mesías, según la fe de quienes le conocían, Jesús llega a la Pascua del año de su crucifixión. La última cena pascual con sus discípulos, a escondidas de quienes lo buscaban para matarlo. Allí, en el cenáculo de aquella casa, instituye la eucaristía y es traicionado por el Iscariote, después de que el demonio entrara en éste.

Prendido en la noche, tras recibir el beso traidor de Judas, es conducido a la casa de Caifás y, a la mañana siguiente, al Sanedrín. De allí, al tribunal de Pilato; y luego de vuelta a uno y al otro, hasta la sentencia de muerte definitiva. El viernes, la cruz y la sepultura, antes que caiga la noche. Sus discípulos refugiados; con miedo. Todo el sábado ocultos. En la mañana del domingo, las mujeres van a ungir el cadáver, pues no hubo tiempo para hacerlo por la prisa de su sepultura para que no les sorprendiera el Sábado.

El primer día de la semana, al amanecer, la sorpresa: no está el cuerpo. A pesar de la guardia a la entrada del sepulcro, no está el que creían muerto. La noticia llega a los discípulos, que corren a la tumba. Después se les aparece, tras hacerlo ante las mujeres. No lo pueden creer. El Maestro está vivo; ha resucitado. Quien no lo vio con sus propios ojos, no lo cree. Después lo haría avergonzado, cuando le hacen meter la mano en el costado abierto por la lanza y el dedo en la llaga de las manos que dejaron los clavos. No había ya dudas: Cristo está vivo y reina. Ahora vendría la persecución, pero de nada valió. Cárcel, ejecuciones, exilio, torturas y muerte por doquier y de múltiples formas, cada cual más dolorosa.

Dos mil años del reinado de Cristo. El mismo rechazo hoy de los que lo niegan; la misma persecución en contra de sus seguidores. Sólo cambian las circunstancias, porque el corazón del hombre sigue igual: Duro como un pedernal, o rendido ante aquel que sólo tiene palabras de vida eterna, sin prometer oro, dinero ni poderío terrenal.

jueves, 19 de marzo de 2009

A pintar los taxis de amarillo, sin contemplaciones

Una vez más pide prórroga para pintar los taxis de color amarillo un sector de los dueños de taxi de la capital. Mientras una parte de los propietarios ha cumplido con la reglamentación, otra encuentra mil y una excusas para burlarse de la autoridad y continuar con el desorden.

Tres prórrogas se han dado en este asunto, desde que se venció el primer plazo en octubre de 2007. A pesar de que la medida se anunció en junio de 2006 en la Gaceta Oficial, y de las prórrogas concedidas, todavía a esta fecha más de la mitad de los dueños de taxi incumple con la norma. La pregunta es: ¿cuántos años se necesitan para pintar un taxi? La Autoridad de Tránsito parece incapaz de hacer cumplir la reglamentación, y por eso se abusa y se burlan de ella. Para nadie es un secreto que el sector transportista, buseros y taxistas, es el que más irrespeta las normas de transporte y tráfico, y resulta ser el más beneficiado con moratorias, exoneraciones, prórrogas y dádivas económicas, a pesar del historial de violaciones a la ley, daño económico, y perjuicios humanos y materiales provocados por su irresponsabilidad. Eso sin contar el daño moral que infligen a los transportistas decentes, producto de la mala reputación que los bergantes han provocado a los que sí son responsables.

Es tiempo que las autoridades pongan fin a tanto abuso, comenzando con negarle la prórroga de la obligación de pintar los taxis de amarillo. El chantaje moral de los propietarios bellacos y los juegavivo, que se niegan a pintar sus vehículos esperanzados en la nueva prórroga o la eliminación de la medida, debe acabar. Ese cuento de dejar a la población sin transporte selectivo si les paran los carros, tiene su medicina. Hay que hacer cumplir el plazo, y garantizarle el transporte a la población. Para eso se pueden hacer varias cosas, como restringirle las horas y los días de circulación y el rechazo del revisado anual.

Si la Autoridad de Tránsito se lo propone, puede asignarle tres días a la semana para circular a los taxis cuya placa termina en número impar, y otros tres para aquellos que la matrícula termina en par. El domingo es de paro obligatorio para todos los que no están pintados de amarillo. Si quiere endurecer la medida, puede autorizar la circulación en las horas pico del día, en dos jornadas: la mañana para los impares, y la tarde para los pares. Con esta fórmula sólo circularían entre las 6:00 y las 10:00 de la mañana, y de 4:00 de la tarde a 8:00 de la noche. La prohibición de circulación dominical se mantendría.

Panamá ya no soporta más desorden ni irrespeto a la leyes. Vivimos en una sociedad agresiva, donde la capital y sus alrededores se lleva todos los puntos. La región comprendida entre Arraiján, Panamá, San Miguelito y Colón, con poco más de un millón de habitantes, es la campeona en violencia, inmoralidad y desmanes de todo tipo; cuando se contagie el resto del país, en la misma medida, estaremos perdidos.

Lo que se haga para frenar tanto abuso e irresponsabilidad es vital y debe hacerse pronto. Y el primer escarmiento bien podría ser que se hiciera cumplir la norma de pintar los taxis de color amarillo.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Sin pepitas en la lengua

Hay un programa de televisión recién estrenado que resulta tonto y chabacano, embrutece, y deja mucho que desear de sus productores y conductores. Bajo el sugestivo título “Sin pepitas en la lengua”, pretende justificar las sandeces y tonterías que salen de la boca de sus presentadores.

Uno de sus animadores se ha paseado ya por varios programas televisivos, sin pegarle a una. El tipo es un fiasco; comenzó comiéndose un mango y no da pie con bola. Pareciera que lo mantienen en pantalla por causas ajenas al profesionalismo. Ahora en este nuevo programa, y su contenido idiota, flaco favor le hacen al comunicador en cuestión. El espacio es una pieza más del mamotreto mediocre que constituye la oferta televisiva. Salvo algunas excepciones, la pantalla chica de las televisoras locales es un adefesio y una vergüenza para el mundo de la televisión.

Por esas casualidades de la vida me topé con el “programa” el viernes pasado. El tema: el sexo cogido a relajo. Poco aporta y poco conocimiento del tema demuestran los presentadores. Las cosas que dicen se les ocurren a cualquier adolescente; pero al menos a estos se le dispensan, porque están en una etapa en la que neuronas y hormonas enloquecen y afectan su organismo y su conducta. Sin embargo, los animadores de marras ya están bastante pasaditos de años juveniles y las locuras propias de la primera juventud.

Basta ver los recursos que se gasta la producción de la empresa televisora. Hasta han creado una página en el “facebook”, para aprovechar esa comunidad virtual y llegarle a nuestros muchachos y muchachas con sus comentarios chabacanos y carentes de toda seriedad. Me imagino que después vendrá el cobro por los “chats”, y de esa manera saldrá el dinero para pagar el adefesio de programa que se han inventado. ¿Dónde está la responsabilidad social empresarial de Medcom? Ojalá los señores Eleta Almarán y González Revilla, a quienes tengo por caballeros, véan la chabacanería que le han colado en la pantalla, y que, de una u otra forma, influirá en sus nietos, en los de sus amigos, en los hijos de sus empleados, y en otros chicos y chicas contemporáneos de esos jóvenes seres queridos que ellos también tienen.

El programa no vale un céntimo; y lo digo como profesional de la comunicación social. Es basura mediática. Si tuviera buen ingenio, aunque lo reprobará, al menos le reconocería la creatividad y el profesionalismo. Más que en el sentido de la ética mi crítica está dirigida a su calidad como producto televisivo. ¡No vale un maní! Y que no me venga alguno con el cuento que por ser católico soy mojigato o tengo mentalidad del medioevo. ¡De eso ni un pelo! No en vano me pasé buena parte de mi juventud recorriendo el barrio santanero y frecuentando el ambiente chorrillero. En esos sitios pude ver lo bueno, lo malo y lo feo, y vivir algunas experiencias atractivas para una vida joven; libre quedé, eso sí, y a Dios gracias, de la droga y el homosexualismo.

Insisto: el programa es un fraude y deben sacarlo del aire por malo.