martes, 8 de agosto de 2017

LA AMENAZA NORCOREANA

Las pretensiones de Kim Jon-un amenazan a Asia y al mundo.

El líder norcoreano demuestra una ambición de poder absoluto que intenta extender a la región asiática oriental y, desde allí, posicionarse como líder mundial con influencia suficiente para controlar la política internacional.

Kim apuesta por el poderío nuclear como arma política. De allí sus denodados intentos de acumular fuerza militar sobre esa base, para así chantajear a la comunidad internacional. Porque, hasta ahora, sus bravuconadas nucleares han estado más dirigidas a eso, precisamente: el chantaje.

Sin embargo, el gobernante norcoreano olvida que el tigre mayor, China, es el amo de los dominios que pretende usurpar. A pesar del apoyo chino para el desarrollo del programa nuclear de Corea del Norte, el verdadero rey de ese territorio no está dispuesto a ser desplazado. Corea del Norte está muy lejos, todavía, de contar con el desarrollo científico, tecnológico, económico y militar de China; menos aún de igualar el poder y la influencia política del gran Oso Panda.  Mientras China no lo considere una amenaza para sí misma, se le permitirá seguir a Kim Jon-un con sus bravuconadas.

Por otro lado, los Estados Unidos de América parecen perder la paciencia. Han presionado a China y buscado apoyo entre sus principales aliados, lo que ha traído como resultado la imposición de sanciones a Corea del Norte por parte del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, controlado por las potencias nucleares, políticas y económicas del mundo. El pequeño tigre norcoreano ha recibido un palo de advertencia seria del garrote del Tío Sam. Si este logra la colaboración del gran tigre chino, ese garrote será blandido con furia por parte del viejo de la chistera y se dejará caer con igual ira.

La amenaza norcoreana es, pues, un asunto que va más allá de la cuestión nuclear. Es un juego de poder en el que, si se le permite, Kim Jon-un procurará convertir a su régimen y a su país en la voz de la región, desplazando a Japón y a Corea del Sur, entre otros. Y no escatimará en métodos, porque ya ha demostrado que elimina a sangre y fuego todo lo que se interpone en su camino y en sus planes; si no, que lo digan los que le sobreviven a los familiares y adeptos que mandó ejecutar.

¿Permitirá China el avance norcoreano? ¿Hasta cuándo durará la paciencia de los Estados Unidos? ¿Estarán dispuestas las otras potencias nucleares, como Francia, Inglaterra y Rusia a aceptar un liderazgo norcoreano? Son preguntas que, por el momento, no tienen respuesta cierta. Solo el tiempo develará lo que hoy está oscuro.

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